Para obispos y todos los demás. LXXIV CURSILLO FINAL, y ya soy maestro, profesor funcionario

  La vida de un cristiano, sacerdote, padre y abuelo

 Testimonio humano - espiritual de un sacerdote casado.

Autobiografía.

LXXIV CURSILLO FINAL, y ya soy maestro ,  profesor funcionario

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Aquí fue mi mi cursillo

LA OPOSICION quedaba aprobada con un requisito añadido: superar el cursillo teórico - práctico. Para ello me enviaron al grupo escolar de la Chantrea "Mariana Sanz". El Director nos recibió muy bien, y puso a nuestra disposición todo el material didáctico.

Un mes entero permanecí en la ciudad impartiendo clases por la mañana, y por la tarde asistiendo a unas conferencias absurdas (salvo honrosas excepciones). Como paradigma de charla sin sentido recuerdo aquella en que durante una hora el profesor explicó qué y cómo era un aparato proyector de diapositivas y filminas. No sólo no enseñó el manejo, sino que ni siquiera nos mostró una imagen del aparato. Empleaba yo el resto de la tarde en redactar la memoria que había de presentar como trabajo práctico al finalizar el cursillo. Resultó voluminoso. Gracias a ello obtuve el número uno en la última prueba de la oposición. Salieron las listas definitivas, y mi nombre ocupaba el quinto lugar de la promoción. No está mal, sobre todo si se considera la turbamulta que participó en la contienda.

Dos veces por semana pasaba un rato por la noche en casa de José Ignacio. No sé si él se cansaría; para mi suponía un placer. Esa es la pega de tener un amigo perfecto. A veces tal vez le molestemos, y sublima sus reacciones en aras del amor divino. Aparte de mi esfuerzo personal en la preparación de los temas, no dejaron mis íntimos amigos de colaborar diciendo a los miembros del tribunal que yo estaba bien preparado. Bastaba eso, y, tal vez, dadas las circunstancias, fuese conveniente.

Durante el mes del cursillo comuniqué a Paco y a Jesús mi decisión de pedir dispensa. Les extrañó, dentro de lo posible, ya que eran muchos los que en Navarra habían ya dado este paso.

El verano aquel se me planteaba otro problema: ¿Dónde trabajaría como profesor? Poco sabía yo entonces de la cuestión administrativa del magisterio. Había oído que una vez que salieran las listas de aprobados, nos destinarían como propietarios provisionales; después de varios años nos adjudicarían plaza definitiva. No me agradaba demasiado permanecer en Navarra, me resultaba violento. Por otra parte el régimen foral exigía que cada maestro había de ser elegido por los concejales. El ideal, creía yo, era un colegio de patronato de Vitoria. Como Angelines, una vez finalizada su carrera de Filología Clásica, quería también ejercer, no cabía duda de que una ciudad resultaría lo más adecuado para nuestras aspiraciones. Con estas iniciativas acudí a Goyo García, párroco del Buen Pastor de la capital alavesa. Comenzó Goyo a mirar centro de la Ciudad con gran interés. Mientras tanto aparecieron en el B. O. las vacantes que podíamos solicitar. No podía atacar en un solo frente. En Navarra recorrí diversos municipios, que no me desagradaban, entre ellos Estella.

Francisco Morentin influyó en el patronato de Potasas, junto a Pamplona, regido por jesuitas. Ellos, puritanos y predispuestos por un ex clérigo que dejó en las minas mal recuerdo, se negaron a admitir a otro, por aquello de que "gato escaldado del agua fría huye". Ni se molestaron en pedir informes. Lo más probable sería que me eligieran en Estella. Tenía yo buenos conocimientos en el Ayuntamiento. Había que tomar un compás de espera durante el mes de agosto.

Mi amigo encuentra otra posibilidad. Se inauguraría a primeros de octubre el nuevo colegio de San Ignacio en el barrio de Adurza. Se entrevista con el director José Mª Eguíluz. Me admite sin conocerme, sin informes, sin ningún requisito. Antítesis de la teresiana. Le visité. Me pareció hombre abierto y nervioso.

En agosto marcho a Madrid. Va a ser mi semana grande. La única semana de noviazgo normal. Visto de paisano, los dos nos reunimos en la estación; ella me ha encontrado una sencilla pensión próxima a la suya. Pasan los días en felicidad inmensa. Nos contamos todo nuestro mundo: el amor, la colocación, su próximo fin de carrera. Podemos pasear por la gran urbe sin tener que ocultarnos de nadie. Visitamos museos y parques con piscinas. Todo inolvidable.

Por las noches nos separamos cada uno a su pensión. Celebramos juntos el cumpleaños de Angelines con un extraordinario menú en "La Cresta". Al final, mi amor lloraba al despedirnos... - No te preocupes; el año que viene nos casaremos.

Publico en pequeñas entregas la verdadera historia de mi vida de cristiano, sacerdote, padre y abuelo. Por razones obvias son supuestos los nombres geográficos de mis lugares de adulto. A muchos puede interesar.

José María Lorenzo Amelibia 

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             Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/

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