Para obispos y todos los demás. LXXIX LA BODA DEL SEÑOR CURA. ENTREACTO

 La vida de un cristiano, sacerdote, padre y abuelo

 Testimonio humano - espiritual de un sacerdote casado.

Autobiografía

LXXIX LA BODA DEL SEÑOR CURA. ENTREACTO

INVITE a cenar a mi casa a Eguíluz. Pensé que él, hombre abierto, que me acogió con llaneza a pesar de que luego no se portara bien conmigo, podía aclarar puntos mejor que otras personas. Cenó. Se limitó a decir a mi madre: - No tiene ninguna importancia que su hijo haya salido de clérigo. Entre los frailes todos los días deja alguno. No ayudó en nada. Consiguió únicamente que mi madre pensara de él que era un sin fundamento. No obstante, agradecí su gesto de acudir.

boda

La boda

Me asocié a Cinefórum Vitoria. Desde mis años de seminario me atraía el séptimo arte. Poco a poco fui poniéndome al día en algo que me resultaba ajeno hasta entonces. Recuerdo que durante una película marché a teléfonos. Angelines estaría en Madrid en su casa. - He salido de Cinefórum. No podía aguantar sin hablar contigo un poco. El año que viene, si Dios quiere, podremos asistir juntos a estas sesiones.

Se acercaban las navidades. No quería romper con amistades anteriores; todo lo contrario: intentaría conservarlas. Escribí felicitaciones a todos, más que ningún año. Algunos, pocos, contestaron con calor; otros no se molestaron en responder.

Venía Angelines a pasar sus vacaciones e iba a hacer escala en Vitoria. Salí a las ocho y media a recibirla. ¡Tres horas hacía que había llegado! Vimos la ciudad silenciosa al amanecer. Hablamos mucho; ¡qué ilusión! Desde el verano no nos habíamos visto. Comimos solos en un mesón junto al embalse. La belleza del paisaje rimaba con nuestro mutuo embeleso.

Una ola de frío azotó aquellas navidades a Europa. Temperaturas más extremas incluso que en febrero del 56. La nevada el día de Nochebuena era barrida de un lugar a otro por el viento polar. Llegó el termómetro a señalar - 21º. A pesar de la intensidad del hielo, ni un sólo día dejé de celebrar Misa. Tal vez, pensaba, serían contadas las veces que podría hacerlo. ¡Cuánto me iba a costar perder el contacto íntimo con Jesús! con fe y esperanza decía: "Haz que siempre me adhiera a tus mandados, y no permitas que jamás me aparte de ti". Siempre la misma dualidad. Por una parte no poder vivir sin el amor humano, y por otra sentirme sacerdote, gustar del sacerdocio no sólo en su ejercicio, sino en su vida mística.

He oído a compañeros decirme confidencialmente: - ¿Qué razón de ser tiene el sacerdocio? No veo el fin específico de él. Tú lo has dejado: cuántos vegetamos... apenas se pude ya hacer nada. - Amigo, ¿ya haces oración? - Bah, la vida es oración. Cuando trato con el prójimo, trato con Dios. - Creo que si uno vive en el sacerdocio, ha de procurar la intimidad con Jesús en la Eucaristía. De lo contrario, el corazón irá por otros caminos. De algo hay que llenar la afectividad.

- Pues yo no sé si dejarlo. - Te aconsejaría que si tu sicología no puede vivir el celibato, lo dejes. Pero si se trata de ponerse a tono, practica con fervor unos ejercicios espirituales.

La víspera de Reyes amainó el temporal de frío y hielo. Unas gotas de agua dejaron el firme tan deslizante que era fácil resbalarse y caer. Marché en autobús a Pamplona para estar con Angelines. Hice noche en casa de mi amigo Paco. Parece que éste se resentía un poco menos de mi secularización.

Me sale del corazón y sin esfuerzo querer a los niños. Los padres y los mismos alumnos enseguida se dieron cuenta. Aquella sabia regla de nuestro profesor de Pedagogía Catequística: "Que los niños vean amor". ¡Qué aplicación más directa va a tener desde ahora en mi vida! Mi sacerdocio, aunque mutilado, lo ejerceré entre ellos. No me contento con enseñarles, he de educarlos como personas y como cristianos. Hermosa labor.

Muchas tardes salía con mi madre a ver escaparates o a casa de mi hermano. Procuraba mostrarme más solícito que nunca. Le comuniqué en abril que tenía novia; que se la presentaría en Semana Santa; que era muy buena y que la querría como hija. Pero ¡qué mal le sentó esta manifestación! Más adelante mi madre me comprendió como nadie. Supo reaccionar. Era inteligente y buena. Siempre me defendió. Lo más cómodo para mí hubiera sido marcharme lejos y desentenderme de problemas familiares. Pero hubiera sido injusto abandonar a la persona que lo dio todo por mí desde mi niñez, a la persona que sufrió conmigo en mis crisis y problemas.

- Nunca te abandonaré, le dije. Eres mi madre y me has dado lo mejor de tu vida. Y ella siempre lo agradeció. - ¿No te das cuenta de que soy vieja y me va a resultar muy difícil acomodarme?

El Lunes Santo marché a Estella. Era un día de sol y primavera. Mis sobrinos Ana e Ignacio me acompañaron a la parroquia de Arrubial. Abrí con emoción aquella puerta, y me revestí de los ornamentos sacerdotales para celebrar mi última misa en Navarra, precisamente en el templo de la Virgen, en mi último destino. En su inconsciencia infantil no advirtieron los niños la importancia de aquel acto para mí. Al cerrar aquella puerta, clausuré definitivamente el pasado. Había que vivir sin añoranzas, con la frente mirando siempre hacia adelante. Y así lo he hecho siempre. Pero siempre me he sentido sacerdote, porque lo soy por la gracia de Dios.

Llegó el día de la presentación de Angelines en casa. Venía lindamente vestida, tocada con un gorro juvenil. Mi madre al saludarla, rompió a llorar. Fue duro, pero se comprende. Durmió Angelines en una cama nueva. Pocos meses quedaban para nuestro matrimonio.

El día de Jueves Santo acudimos a Estíbaliz con mi hermana Concha. La Vigilia Pascual la celebramos Angelines y yo con Francisco Morentin. Participamos en las lecturas. Quise vivir con fervor aquellos momentos, pero no lo conseguí. Era distinto cuando yo celebraba los oficios. A la mañana siguiente visitamos a Pedrito en Olite. Se encontraba celebrando Misa; salió jovial y acogedor. Me hacía gracia. - Tú has cogido una chica "majica"; otros curas se casan con cada una más fea... Nos sacamos fotografías con él. - Adiós, amigo, tú eres uno de los curas sencillos y sin aires de grandeza. Se oía cantar dentro del templo: "No podemos caminar con hambre bajo el sol; danos siempre el mismo pan: tu cuerpo y sangre, Señor".

A principios de año envié a la revista "Incunable" un artículo planteando el problema teológico de los sacerdotes secularizados, pidiendo una solución a quien compitiera. Se incluían en él quejas sobre la actitud del Papa Pablo VI hacia nosotros. Lamberto de Echeverría, el director de la revista que hasta entonces me había publicado todo, me devolvió el original. Le escribí dándole razones y buscando un diálogo con él, pero no me contestó. Siete años he tenido que aguardar para publicar este artículo en la revista "Vida Nueva". Más adelante me referiré a él.

A principios de junio recibo una carta del juez Rufo; en ella me decía que la dispensa ha llegado; cuando lo desee puedo pasar a firmar el rescripto. No tengo ninguna prisa hasta que vaya a casarme. Quisiera seguir celebrando Misa en casa. Para mayor tranquilidad escribo a Joaquín Barbarin a ver qué me dice. El día del Corazón de Jesús recibo la contestación. Abro la carta después de decir la Misa. ¿Será ésta mi última? Y en principio así fue. Años más tarde investigué el asunto y he llegado a la conclusión de que en privado podemos celebrar la Eucaristía, o delante de fieles que no se escandalicen. Hoy lo veo esto normal. Si entonces lo hubiera sabido, no hubiese hecho "misterio" de que se trataba de la última Misa.

Publico en pequeñas entregas la verdadera historia de mi vida de cristiano, sacerdote, padre y abuelo. Por razones obvias son supuestos los nombres geográficos de mis lugares de adulto. A muchos puede interesar.

José María Lorenzo Amelibia 

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             Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/

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