Más de cincuenta años sin readmitir a los sacerdotes secularizados... y somos sacerdotes LXXX  FIRMO LA DISPENSA; un rescripto vejatorio

La vida de un cristiano, sacerdote, padre y abuelo

 Testimonio humano - espiritual de un sacerdote casado.

Autobiografía.

LXXX  FIRMO LA DISPENSA; un rescripto vejatorio

LOS ALTOS curiales deciden todo: quitan, ponen, modifican. Si somos lógicos hasta las últimas consecuencias, hemos de cumplir, a no ser que nuestra conciencia nos lo impida. ¡Qué responsabilidad la de estos señores al meterse con tanta facilidad en el fuero interno de las personas! No es extraño que tantos no les hagan caso.

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Arzobispado de Pamplona

Todavía en mi casa humean la velas del sacrificio eucarístico que acabo de ofrecer. Lloro en silencio. ¡Ya como si no fuera sacerdote! Me han borrado de las listas. Sólo Dios me tendrá en sus páginas, anotado como ministro suyo para siempre. Yo seguiré siendo sacerdote, aunque la máquina burocrática me huya eliminado. Muchos compañeros, lo voy comprobando, dejan contentos el ministerio en el que no creen. Para ellos es una liberación verse borrados de las filas clericales. Para cuantos creemos, supone un castigo. Parece que estas disposiciones duras van precisamente contra los hombres de fe; premian a los apóstatas. Brota en mi alma la indignación, que procuro sofocar por respeto a la Iglesia que fundó el mismo Cristo, aunque representantes de la Iglesia me desprecien. ¿Se regodearán en nuestro sufrimiento? Tal vez piensen algunos: Vosotros queréis casaros; hacedlo. Y no protestéis. También nosotros sufrimos nuestra soltería en angustiosa soledad.

¿Es posible que este pensamiento sea uno de los móviles de un obrar que no brilla precisamente por su amor cristiano? Tal vez por eso digan: "Se estudiará si conviene para la Iglesia ordenar a casados de sacerdotes, en cuanto a los que siéndolo, han pedido la dispensa y han contraído matrimonio, jamás volverán al ministerio porque habiendo puesto la mano en el arado han echado la vista atrás". ¿Por qué conservarán esta ley del celibato, sabiendo lo mal que se cumple? Sobre todo, sabiendo la rémora que supone en el aspectos psicológico para gran parte de quienes cumplen la ley. Un compañero opinaba que el celibato se mantendrá por razones económicas: el cura gana poco; no lo suficiente para mantener una familia. Iba a ser grande el problema económico para un obispo, si se quitaba la ley.

Un señor distinguido, que no pecaba de exaltado, me decía comentando el texto: "Suena a revanchismo". Mi llanto supone amargura de la injusticia teológica que recibo. Temo que, por mucho que pretendamos unirnos, nuestras voces nunca podrán ser tan numerosas que se nos pueda escuchar.

¡Marginación dentro de la Iglesia que alza la voz contra los opresores, los que defienden a marginados! ¡Qué contrasentido! Por la tarde del 18 de junio asisto con mi madre a la función del Corazón de Jesús en la parroquia de San Miguel. Escucho al obispo de la diócesis. Su voz me suena a palabra hueca. ¡Consérvame, Señor, en la fe; mucho me cuesta tolerar este estado de cosas!

El sábado 19 marcho a Pamplona a firmar el rescripto. ¡Este sí que es deprimente! No es punitivo, sino de gracia. A pesar de ello exige: - Que el sujeto no debe personarse en los lugares donde su condición sacerdotal sea conocida, aunque el Ordinario puede dispensar de este requisito. - El Prelado ha de procurar que el matrimonio se celebre sin pompa, sin testigos o a lo sumo con dos testigos, y el acto del mismo se guarde en el archivo secreto de la curia. Si bien por cuestión de la fama y de los derechos económicos y sociales de los interesados, con cautela, se puede dar conocimiento del matrimonio. - Al dispensado se le prohibe cualquier ejercicio del orden, excepto la absolución en peligro de muerte; cualquier oficio pastoral; tomar parte destacada en la celebración litúrgica, donde se conozca su condición de sacerdote. No puede leer la epístola ni ayudar a Misa. - No puede ser director de una escuela católica o profesor religión, aunque de esto puede dispensar el obispo en casos particulares. Se coloca al secularizado en condiciones inferiores a cualquier cristiano.

Llamo al despacho del juez - provisor: - Sí. Lo tengo preparado. Firma aquí; en latín. Léelo antes. - No hay derecho a esto: ni ayudar a Misa, ni explicar religión, ni leer la epístola. Esto es injusto. - Ten en cuenta que hay muchos que han perdido la fe. - A estos no les importan las prohibiciones. A nosotros sí; a los que tenemos fe, y podemos ejercer un papel en la Iglesia. - Tú puedes en tu escuela con toda tranquilidad explicar religión. No te preocupes. - Rufo, no voy contra ti. Tú eres un intermediario dentro del proceso. El verdadero responsable es el que dicta estas cosas. ¿Y con los curas que están dentro, no tienen fe y siguen explicando sus doctrinas, qué se hace? - Precisamente ahora se les puede "de oficio" reducir al estado laical. (Jamás he conocido un caso semejante. Campan por sus respetos).

Antes de firmar, quiero entregar este documento que deseo lo guardes dentro de mi expediente. Así decía: "José Mª Lorenzo y Amelibia, sacerdote de la diócesis de Pamplona, declaro al firmar el rescripto de secularización lo siguiente: 1º.- No Renuncio a mi sacerdocio ni al sacramento del orden que recibí. El motivo de pedir la dispensa de mis obligaciones sacerdotales es exclusivo en mi intención al celibato, que por razones de salud mental lo he solicitado. 2º.- La Iglesia me exige que no ejerza el sacerdocio al liberarme de la obligación del celibato, seré fiel a este mandato, como lo he sido a todos los mandatos de la Iglesia. 3ª.- Estoy dispuesto a ejercer el sacerdocio en cualquier momento en que la Iglesia me admita o permita. 4ª.- Pido que se me autorice en algunas ocasiones al año celebrar la Misa en mi domicilio de modo privado."

Salí del despacho del todo libre para contraer matrimonio. Me indicaron que para casarme yo no necesitaba trámites burocráticos. Solamente ella había de presentar la partida de bautismo. El sacerdote que presidiera la ceremonia entregaría el acta de la boda en el obispado. Por obra y gracia de unos papeles me encontraba libre. El clérigo que se salte estos requisitos y contraiga matrimonio civil, porque no puede aguantar demoras, ipso facto queda excomulgado. Y no digamos nada de la serie de penas en que incurren los sacerdotes que "osen" las nupcias ante el altar, saltándose a la torera estos requisitos. En buen lío de conciencia se meten ellos y los colaboradores. Pero quienes vivan igual que los casados, aunque guardando las apariencias más o menos, esos, con confesarse, todo solucionado. ¡Qué difícil es hacer esta serie de actos de fe en los mandatos humanos! ¡Qué engranajes tan complicados!

Muchos han decidido no creer en todo esto. Lo malo es si después saltan todas las barreras de los dogmas. Por otra parte no veo lógico creer en Jesucristo y despreciar a la Iglesia por El fundada.

Todos estos problemas bullen en mi mente. La opción ya está hecha. Me voy por lo seguro. Tengo que aplicar en estos temas el tuciorismo. Es lo más conveniente. Prefiero sufrir ignominias dentro que lanzarme a una aventura en la fe que me puede llevar a un desierto sin fin. La solución es clara: los hombres jerarcas se pueden equivocar en muchas cosas y se equivocan. Pero no cabe equivocación en la transmisión dogmática de la fe revelada. Pedro, roca y fundamento de la verdad.

Algo parecido ocurre en el matrimonio. O acepto a mi esposa con sus cualidades y defectos porque la quiero, o he de lanzarme, adúltero, por desiertos estériles, en apariencia placenteros.

¡Qué raro para mí asistir a Misa como simple fiel! También progresivamente me fui entrenando en este aspecto. El miércoles de ceniza participé por vez primera en una solemnidad litúrgica. Se me encaró un hombre porque le había quitado el sitio inadvertidamente, al volver de la imposición. Tengo que aprender de nuevo las costumbres ya olvidadas y fijarme en los detalles. Un amigo, muy piadoso, me contaba: "Durante un año o más, no pude ir a Misa. Me ponía enfermo. Rompía a llorar y no cesaba hasta el final". ¡Le comprendo! El domingo entero me resultaba extraño. El día de mayor trabajo hasta ahora, se convierte en descanso total. Esta impresión la encuentro enteramente nueva.

Los días de labor, ¡qué duros! Sin poder reposar media hora después de comer; depender de un hombre que mira al reloj para comprobar si has llegado con un minuto de retraso.

He recorrido todos los colegios y academias de la Ciudad para ver si logramos Angelines y yo permanecer en Vitoria. Muchas v veces me decía: "Yo no me encontraría a mí misma como ama de casa fregando pucheros todo el día. Para algo he terminado una carrera. Deseo ejercerla. No enclaustrarme entre las cuatro paredes de mi habitación."

Traté con el señor Eguíluz de la importancia de una serie de conferencias para los padres de alumnos y ofrecía mi experiencia como charlista en temas de formación religiosa y humana. Aceptó inmediatamente la propuesta. - Prepárate cinco o seis charlas sobre educación sexual. En abril o mayo podremos organizarlo todo. Con paciencia invertí decenas de horas en leer libros enteros sobre el tema y redactar después el número exigido de ponencias. Eguíluz me dice más tarde: - Don Cecilio se va a encargar de todo. ¿No habíamos quedado en que preparase yo el temario? - Sí; pero ahora he decido otra cosa. ¡¡¡!!! ???

Hube de aguntar todo esto; me interesaba hacer algo y por eso intervine en la semana de formación sexual en una sola ocasión. Fue en el tema más concreto e interesante para los padres: "Modo práctico de educación sexual a los hijos".

Publico en pequeñas entregas la verdadera historia de mi vida de cristiano, sacerdote, padre y abuelo. Por razones obvias son supuestos los nombres geográficos de mis lugares de adulto. A muchos puede interesar.

José María Lorenzo Amelibia 

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             Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/

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