Más de cincuenta años sin readmitir a los sacerdotes secularizados... y somos sacerdotes LXXXV  IRENE ES SU NOMBRE, nuestra única hija

 La vida de un cristiano, sacerdote, padre y abuelo

 Testimonio humano - espiritual de un sacerdote casado.

Autobiografía.

LXXXV  IRENE ES SU NOMBRE, nuestra única hija

VISITAMOS de nuevo todos los colegios privados para la colocación de Angelines. Habían recibido informes de Legazpia acerca de la competencia de Angelines, y la contrataron en Ursulinas y en la Presentación de María. Los dos estábamos definitivamente en Vitoria.

plaza

Plaza de Lovaina

El acontecimiento se acercaba. Angelines quería cumplir bien en su nuevo destino. No exigió sus derechos de futura madre. La noche del 27 al 28 de septiembre, transcurrió con sobresaltos; parecía que los primeros dolores de parto habían llegado; no obstante mi esposa quiso ir a trabajar.

Yo me encontraba en casa con fiebre, al parecer causada por una gripe benigna. Le recordé al salir que tomara un taxi. Regresó antes de la hora acostumbrada. Con toda la certeza se acercaba el momento. Comimos rápidamente y nos dirigimos a la clínica. Habíamos solicitado parto sin dolor.

Así escribía al día siguientes del alumbramiento: "Un jueves lleno de luz y calor, el 28 de septiembre, comenzó tu vida. Exactamente a las ocho menos diecinueve minutos de la tarde, lanzaste en este mundo tu grito de posesión. Tu madre te oiría, pero no se acuerda: para evitarle dolores la habían dormido. A mí no me permitieron entrar a la sala de partos, pero me quedé junto a la puerta porque quería oír todo. Tu madre se quejaba, pero todavía no te oía. Yo lloraba al escuchar sus gemidos. Me daba pena que sufriese, porque no sabes tú cómo quiero a tu madre. Me dijeron luego que no sufrió y ella lo afirma, pero yo no me lo creo. Emoción... ¡Saliste con vida! Ya había pasado lo difícil. A las ocho me avisaron que había tenido una hija. Me sentí padre desde le primer momento; tu madre se sintió madre nueve meses antes.

Antes de nacer has viajado mucho, calculo que unos veinte mil kilómetros; tu mamá iba un día sí y otro no a dar clases a Legazpia. Además en Semana Santa recorrimos media España. Estuviste con nosotros en el Monasterio de Piedra en el verano; en Zaragoza visitaste a la Virgen del Pilar; nosotros pedimos por ti para que nacieras bien. Después fuimos a Lérida y Huesca. Pasamos una noche muy mala porque a mí me picaron más de ochenta mosquitos. Aquel verano fue corto, pero cálido."

La primera noche yo no podía dormir. Estaba pensando en qué nombre te pondríamos. Pensábamos como posibles: Ruth, Sara, Miriam, Elena... No nos habíamos decidido. Entonces se me ocurrió que el mejor nombre sería Paz o Irene, que significa lo mismo. A la mañana siguiente decidimos tu madre y yo llamarte Irene. ¿Por qué? Yo creo que la felicidad está en la paz: con Dios, contigo mismo y con los demás."

Sonrosada, apenas tenía pelo. Me parecía imposible. Tengo una hija; la deseaba. Angelines pronto despertó: - ¿Está entera? ¿Es normal? fueron sus primeras palabras. En el umbral de la consciencia pronunciaba frases llena de afecto. Permanecí junto a ella en un cama toda la noche. Acudí media hora a casa para comunicarles la noticia. Avisé por teléfono a su abuela de Pamplona y a sus tíos de Estella y San Sebastián. A Pedro Angel se lo dije al día siguiente, pues todavía no había puesto el teléfono.

Diez días más tarde reanudaba Angelines sus clases. No pudo alimentar por esta razón a nuestra hija con leche materna. La niña gozaba de gran apetito; con avidez agotaba los biberones. Parecía entonces que jamás tendríamos con ella problemas para comer.

Llegó el día 12,la fiesta del Pilar, el que elegimos para que recibieras, Irene, las aguas bautismales. Yo tenía mucha ilusión por este día. Ser cristiano es maravilloso, es ser hijo de Dios, amigo de Dios, miembro vivo del Cuerpo M. de Jesús. Elegimos para que te bautizara un amigo mío, Gregorio García, párroco del Buen Pastor. Te acompañamos treinta familiares, siendo padrinos tu tío Sancho y tu prima Mari Lourdes.

El día 25 de noviembre sacamos a la nena de casa por primera vez, en una mañana otoñal radiante de sol. Nos sentíamos felices con aquel trozo de nuestro corazón. Me daba un poco miedo tomarla en mis manos. Angelines decía que la cogía como a un conejo; para mí era el modo más seguro: sujetarla por las axilas.

A los tres o cuatro meses aprendió a trepar. Subía en su escalada hasta la misma cabeza de su padre. Pero... se terminó el dormir tranquilos, aunque no resultó demasiado guerrera. Seis años tiene hoy y todavía necesita compañía para dormirse, por no haberla acostumbrado de otra manera.

Publico en pequeñas entregas la verdadera historia de mi vida de cristiano, sacerdote, padre y abuelo. Por razones obvias son supuestos los nombres geográficos de mis lugares de adulto. A muchos puede interesar.

José María Lorenzo Amelibia                                          Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com              Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/  Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3 Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

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