Mejor enfoque: comunión de espíritu y de vida

Informa ASCE

Asociación de Sacerdotes Secularizados ASCE

Mejor enfoque: comunión de espíritu y de vida

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Ermita

Sin descuidar la comunidad cristiana, a la que sirven los sacerdotes, ayuda al ministerio la buena comunión entre ministros, sean casados o solteros. Esta fraternidad no se origina por razón del celibato, sino por el Espíritu que nos une a todos en el amor pastoral al mundo. Esa relación puede favorecer la “santidad sacerdotal”. En dos párrafos recomienda la encíclica esta fraternidad:

“Sea perfecta la comunión de espíritu entre los sacerdotes e intenso el intercambio de oraciones, de serena amistad y de ayudas de todo género. No se recomendará nunca bastante a los sacerdotes una cierta vida común, toda enderezada al ministerio propiamente espiritual; la práctica de encuentros frecuentes con fraternal intercambio de ideas, de planes y de experiencias entre hermanos; el impulso a las asociaciones que favorecen la santidad sacerdotal” (Sacerd. Caelib. n. 80).

Caridad con los hermanos en peligro

“Reflexionen los sacerdotes sobre la amonestación del concilio [Decr. Cit., ibíd.], que los exhorta a la común participación en el sacerdocio para que se sientan vivamente responsables respecto de los hermanos turbados por dificultades, que exponen a serio peligro el don divino que hay en ellos. Sientan el ardor de la caridad para con ellos, pues tienen más necesidad de amor, de comprensión, de oraciones, de ayudas discretas pero eficaces, y tienen un título para contar con la caridad sin límites de los que son y deben ser sus más verdaderos amigos” (Sacerd, Caelib. n. 81).

¿A qué se refiere cuando habla del “serio peligro del don divino que hay en ellos”? Pensemos bien. Lo lógico sería que “el don divino” por excelencia de un obispo o presbítero sea el ministerio, el amor pastoral que el Espíritu de Jesús sembró en sus entrañas: “aviva el don de Dios que está en ti por la imposición de manos..., espíritu de fortaleza, de amor y de templanza” (2Tim 1,6-7). Cuando un sacerdote pierde este espíritu, podemos considerar perdido su sacerdocio. Cuando decide no ser por más tiempo célibe o soltero, su ministerio, su amor amor pastoral, puede seguir vivo y operante. Es la ley celibataria occidental la que impide ejercer “el don divino que hay en ellos”.

Renovar la elección” del ministerio

Rufo González

José María Lorenzo Amelibia

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