Necesitamos los débiles aumento de fervor

 Enfermos y Debilidad

Necesitamos los débiles aumento de fervor

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Fervor espiritual

Todo lo achacamos al nivel de vida: al subir el bienestar económico, la gente necesita menos de Dios, dicen muchos. Pero creo existen causas más poderosas que nos han llevado a este erial en la auténtica espiritualidad cristiana en muchas zonas del Viejo Mundo:

La falta de auténtica vida contemplativa; el desencanto de los que sufren para ofrecer sus obras, unidos a la pasión de Cristo; la gran disminución de amor a la Eucaristía en su triple aspecto: misas más rutinarias, celebradas por ministros tipo funcionario; comuniones sin ningún fervor; iglesias cerradas a la adoración eucarística. Así el mundo irá perdiendo la fe. Es preciso resurgir, pero va a costar tiempo.

No pretendo ser negativo; todo lo contrario. Conozco brotes sacerdotales, religiosos y de almas selectas con un fervor eucarístico sin igual. Sé de curas rurales que pasan horas y horas junto al sagrario. No son muchos, pero los hay. Y, por supuesto, se nota en tales parroquias. Conocí a uno que había fijado en la misma iglesia su despacho; en los últimos bancos del templo. En aquel rincón místico que se percibía nada más entrar, recibía las consultas, oraba, confesaba, practicaba su lectura espiritual y su breviario. Sólo salía cuando el deber le llamaba. Con cuánta propiedad podía decir: “Habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida”. ¡Me impresionó!

            Necesitamos que las monjas y frailes de vida contemplativa aumenten su fervor y no caigan en la rutina ni en la desilusión; la Iglesia necesita también el mundo del dolor, los enfermos y gente que sufre, unidos al Corazón de Cristo, verdaderos motores de la Iglesia misionera.

 “Necesito pasar horas junto al Jesús sacramentado”, decía santa Micaela del Santísimo Sacramento. Y conozco también a un cura joven que lo practica.

 Me decía un misionero veterano: “A la mañana, la Misa; media hora de oración personal y el breviario. Total, dos horas. Durante el día, alguna muy breve visita. No me da tiempo para más porque tengo muy llena la jornada. A la noche, no me interesa ver la televisión, me marcho a la capilla. A veces me quedo dormido, pero por lo general puedo dedicar más de media hora a estar con Jesús”.

            Algunos casos, sí, hay de éstos, pero no es el ambiente eucarístico el que prima en nuestros sacerdotes y fieles, como lo fue hasta los años sesenta. Señor, dadnos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas. No podemos escudarnos en que las nuevas generaciones son menos fuertes. La solución estará siempre en adquirir la fuerza de lo Alto.

José María Lorenzo Amelibia

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