Obispos sed santos como SAN AGUSTÍN DE HIPONA, DOCTOR

 Para los Obispos

Obispos sed santos como

SAN AGUSTÍN DE HIPONA, DOCTOR

* Tagaste (Numidia) 354 + Hipona 430 Memoria, 28 agosto

Junto con la de San Pablo, su conversión es la que más ha influido en el cristianismo. A los diecinueve años abandonó la fe con gran dolor de su madre, Santa Mónica. Más tarde y poco a poco fue evolucionando. Comenzó tras la lectura del Hortensio de Cicerón; su lectura le produjo entusiasmo, pero le dejaba toques de racionalismo. En los años turbios de su estancia en Cartago se unió a una mujer con quien llegó a tener un hijo; Adeodato. El retorno a la fe católica fue lento y penoso.



En los comienzos fue una conversión intelectual; poco a poco le fue llegando al corazón. Es famosa la secuencia de su vida en que oyó una voz interior que le invitaba a coger la Biblia y le decía: "Toma y lee". La oración y lágrimas de su madre consiguieron la misericordia de Dios sobre aquel hijo. El año 387 recibe el bautismo junto con su hijo y su amigo Alipio. Su entrega al Señor fue desde entonces completa; su adhesión a Dios fue del todo y dentro de la más profunda humildad. Se le denominaba desde pronto el Águila de Hipona. Poco después de su conversión, el 391, fue ordenado sacerdote y el 395 obispo auxiliar de Hipona, y la muerte del titular, le siguió en la Cátedra.

Es el más grande de los padres de la Iglesia y uno de los genios eminentes de la humanidad. Se dice de él que es el más sabio de los santos y el más santo de los sabios. Fue filósofo, teólogo, humanista, poeta, orador, polemista contra la herejía, escritor eminente (sus obras completas comprenden cuarenta volúmenes). Después de su conversión supo vivir dándole todo a Dios y todo en Dios.

Entre los innumerables escritos sólo enumero tres: Las confesiones, La Ciudad de Dios y la Trinidad, sin duda determinante de la Teología trinitaria de Occidente.

San Agustín está enamorado de Jesucristo. Él está presente siempre en su vida y en sus obras. Ha logrado rendirse del todo al misterio de Cristo. El mismo Jesús le ha ido enseñando a desentrañar los misterios de la Iglesia. Confiado en la Iglesia aprendió de ella, a su vez, a desentrañar los misterios de Jesucristo. Le decía a su hijo Adeodato: "Amar y conocer a Cristo constituye la vida bienaventurada, que todos predican buscar, mas pocos celebran haberla encontrado de veras".

Luchó contra todas las herejías de aquel entonces: maniqueos (él lo fue antes de su conversión), donatistas, pelagianos y arrianos.


LA PALABRA DE DIOS

La Biblia - nos dice - ha de interpretarse "en la Iglesia y por la Iglesia"; fruto de todo ello han de ser los escritos determinados por la Sagrada Escritura. Él se nutría de la palabra de Dios en el libro Sagrado y deseaba que todos hicieran lo mismo. Para ello exhorta a todos en el silencio interior. "Pierde el tiempo predicando la palabra de Dios quien no es oyente de ella en su interior".

Exponer el padre de Dios le costaba fatiga física y gran trabajo de oración y de estudio. A veces sentía angustia al ver la desproporción entre la Palabra de Dios y el vehículo humano que la transmite, pero sabía confiar en el Señor. La gente le escuchaba con veneración e incluso con el mismo interés con que se asiste a un espectáculo. Agustín vivía lo que predicaba. Había sido fruto de una meditación intensa, de su oración diaria: le había llegado de la mente al corazón. A pesar de todo llegó a confesar que sentía pavor ante la frase de Jesucristo: "De toda palabra ociosa que dijere el hombre dará cuenta en día del juicio" (Mt. 12, 36) y lo de Santiago: "Todo hombre sea pronto para escuchar y tardo para hablar" (St. 1, 19)

Nos repite claramente que Cristo el cabeza de la Iglesia, único mediador y redentor de los hombres. Nos asegura que no basta con estar dentro de la Iglesia. Se requiere vivir en comunión con ella, sentir con la Iglesia y sentirse uno mismo Iglesia, de suerte que ninguno de sus problemas nos resulten ajenos. Supo ser conciliador, por eso se le tiene como un gran ecumenista. Suspiraba por la reconciliación de católicos y donatistas.

Se ha e grabar en nuestra alma como un gran lema su frase: "Nos hiciste, Señor, para Ti e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti" (Confesiones cap. 1). Murió Agustín el 28 de agosto del año 430, a los setenta y seis años.

José María Lorenzo Amelibia

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