Obispos sed santos como San Alejandro el carbonero, obispo y mártir

Para los Obispos

Obispos sed santos como


San Alejandro el carbonero, obispo y mártir


+ 270 Memoria, 11 agosto

Cuando Alejandro vive la historia que va haciendo día a día con su vida corren tiempos de paz para la Iglesia.

Pasó en Comana. Muerto su pastor, necesitan reponer obispo y quieren que presida Gregorio y sea él quien imponga las manos al elegido. Eran los modos usuales en aquellos momentos; presentados los candidatos por el clero local y por los fieles, se procedía a la elección y los obispos presentes lo consagraban como obispo.

San Alejandro


En Comana, alguien propone a un sabio letrado como candidato, otra facción señala al penitente austero, un grupo da el nombre de un rico propietario. Ante la falta de acuerdo en señalar a un líder que pueda ser consagrado como pastor de todos, el obispo Gregorio dirige la palabra a los cristianos reunidos recordándoles que los Apóstoles no fueron ricos, ni sabios, ni poderosos, pero tuvieron tanto amor al Señor que sufrieron y murieron por Él; les anima a que tuvieran en cuenta lo importante y necesario, dando de lado a otros criterios y les pide que se pongan de acuerdo en elegir a un hombre caritativo, fervoroso, trabajador, honrado y de limpias costumbres.

Entre la muchedumbre se oyó una voz clara, aunque insegura o más bien tímida: "Alejandro, el Carbonero". A continuación, se oyeron risas, carcajadas y comentarios. Gregorio lo manda traer y al rato aparece un hombre de rudo aspecto, alto, vestido con ropas de pueblo, tiene callosas las manos, las cejas pobladas y el pelo revuelto. Se hace un profundo silencio. El Taumaturgo ha fijado en él la mirada y a aquella multitud expectante les dice: "Ahí tenéis a vuestro obispo Alejandro". Primero estupefactos, luego protestones y finalmente gritan con burlas a la decisión del obispo. Tiene que calmar a las turbas y ponerle al corriente de lo que ha pasado en poco tiempo: ha visto en los ojos del carbonero su vida, fue en otro tiempo adinerado y amigo de gastar en juergas el dinero, tuvo la gracia de la conversión, hizo penitencia, estudió las enseñanzas de los Apóstoles y decidió pasados los años volver con su pueblo sin que nadie conociese su identidad para vivir honradamente y haciendo buenas obras para reparar algo el mal ejemplo que dio. "Ahora, ahí lo tenéis y tomadlo como obispo".

Y bien que supo serlo: grave y paternal, consuelo de pobres, alivio de enfermos, apoyo de vacilantes y fuerza para el fervoroso; elocuente y sencillo, más tosco que elegante, pero claro y sereno al reprimir los vicios.

Cuando llegó la persecución de Decio, se reavivó en Comana la antigua exigencia cristiana. Y mientras Gregorio tuvo que huir con los suyos a esconderse en los desiertos porque no se fiaba de sus ovejas -bien las conocía y las sabía faltas de raíces profundas- tan fácilmente convertidas y bautizadas, su amigo y vecino Alejandro el Carbonero daba su vida heroicamente por Jesucristo en un ejercicio de sublime renunciamiento. (Catholic.net)

José María Lorenzo Amelibia

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