Optimismo en quienes padecen sordera

Optimismo en quienes padecen sordera

  Aunque parezca mentira, en tiempos todavía recientes, los sordos eran marginados; e incluso en ocasiones les impedían comunicarse con gestos. Da pena pensar que en ocasiones se les designaba como subnormales. Algo vamos adelantando en buenas costumbres. Hoy se reconoce como oficial el lenguaje de signos con manos y gestos. Por fortuna este colectivo silencioso ha alzado la voz y ha reivindicado con energía el respeto y apoyo a su dignidad.

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No oigo bien

Estas personas encuentran mucha dificultad para acceder a la cultura, para relacionarse con otros, para acercarse a una ventanilla y exponer su deseo o necesidad. No pueden acudir con normalidad al cine, a una conferencia, a un lugar donde la palabra sea el núcleo del espectáculo o de la sesión. Hoy se pretende ayudarles, facilitarles su inserción total en la sociedad. Vemos con frecuencia en grandes concentraciones una persona que, con signos traduce cuanto el orador va expresando con palabras. Pero todavía no pasa mucho de medio millón el número de quienes dominan este lenguaje.

Los sordos sufren con frecuencia una gran soledad. Esto es difícil de soportar, aunque también puede tener sus ventajas para aquellos que gustan de profundizar en su interioridad, en su relación con Dios o enfrascarse en cuestiones científicas. Lo más duro – decía Gemma Piriz – es que “te pierdes mucha información, y al hacer cualquier gestión todo se vuelve complicado… Me molesta tener que necesitar intérprete incluso para ir al médico.” Esta misma chica consideraba en sí misma la gran ventaja de disfrutar de una gran memoria visual y de no sufrir cuando los demás oyen ruidos incómodos.

Lo mejor – afirmaba Raquel Puebla – es que “desarrollamos gran fuerza de voluntad y espíritu de superación. Y los mensajes que nos llegan por vía corporal los recibimos con más intensidad y cercanía”. Es bueno para todos apreciar las ventajas de nuestra situación. No todo es negativo para el enfermo o para quien sufre cualquier tipo de disminución. Es necesario fijarnos también en la parte positiva. A veces resulta mejor no oír tanta inconveniencia y insensatez que pronuncia gente ligera o desafortunada. Ya lo dice el refrán: “A palabras necias oídos sordos”.

En todo caso, nuestro reconocimiento, solidaridad, acogida y buenos deseos para estos hermanos que carecen de algo que la mayoría disfruta. Y desde nuestra perspectiva cristiana, pienso que en ellos se puede desarrollar una vocación a la vida mística, a la oración profunda. Dentro del Reino de Dios están llamados a la mejor parte, a la que tenía María Magdalena, estar como más cerca del Señor para más amarle y ofrecer su trabajo de oración para ayudar a la salvación de muchos. Y no hemos de olvidar que se ofrece ahora una nueva oportunidad a estas personas queridas.

José María Lorenzo Amelibia                                        

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 Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/

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