UNA PALABRA: VIDA INTERIOR

Espiritualidad

UNA PALABRA: VIDA INTERIOR

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Qué difícil resulta ahora vivir la vida interior. Todo invita a lo contrario. Las comodidades, la distracción de la TV, espectáculos y cines, tertulias, erotismo...Y, sin embargo, según pasan los años, cada vez más me doy cuenta: todos estos pequeños placeres pasan y no merece la pena detenerse en ellos. Pero, ¿cuándo me daré cuenta de verdad?

A veces nos engañamos a nosotros mismos con eso de "la cultura general" para probar todos los placeres, viajes, descansos y vacaciones, y luego no queda tiempo para la oración y lectura reposada. Por otra parte, estoy convencido de que la fecundidad del apostolado proviene de la vida interior. ¿Cuándo me voy a dedicar del todo a la oración y a la mortificación?

Y suelo leer: todo el que quiere ser santo de verdad, llega a serlo. Dios no nos abandona en estos deseos de perfección. Al revés; nos ayuda y da abundancia de gracias para lograr serlo. La vida del cristiano, del sacerdote es la oración. Pero por nuestra afición desmedida a tantos placeres y cosas, se nos hace insoportable, a veces parece un tormento. Con frecuencia lo más desagradable de todo el día. Por eso la dejamos con facilidad. Claro, si esto nos ocurre, nos falta el verdadero amor, la total entrega. Dios mío, dadme el don de oración. "Señor, enséñanos a orar". Por esta petición debemos empezar.

Mi vida ha de ser para el Señor; preparar en todo momento la morada de Dios en el fondo de mi corazón; consagrarle todos mis afectos y deseos, todas mis obras, todas mis actuaciones. Para ello ante todo ejecutar todas mis acciones con pureza de intención. Unir mi querer al querer divino; sobrenaturalizar todas mis acciones e incluso mis pensamientos.

Todo esto me propongo a menudo. Luego se me olvida muchas veces. Tú lo llevarás mejor. Me alegraré muchísimo. En ello veo no sólo el mérito para la otra vida, sino incluso la felicidad en ésta. Cuanto más cerca estamos de la voluntad de Dios, más felices somos; mayor es nuestra paz. Por eso creo que debemos hacer el propósito de vivir siempre atentos a Dios. Luego el ejercicio de las virtudes nos ayudará a la santificación propia. Y será una consecuencia lógica de todo lo anterior.

José María Lorenzo Amelibia  

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