Pensar en Cristo doliente en nuestro sufrimiento

Espiritualidad

Pensar en Cristo doliente en nuestro sufrimiento

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Cristo doliente

Te llega el dolor, piensa en Jesucristo: El sufrió antes. El ruega por nosotros sobre nuestros altares y se sacrifica por nosotros. El viene a consolarnos en el sacramento de la Eucaristía; y su placer es estar con nosotros en el Sagrario. Pero él permite tus heridas; parece dejar caer su pesada mano sobre ti. ¿Qué podemos temer de una mano taladrada para darnos la VIDA?

Si debes caminar por sendas de espinas y cruces: El te ha precedido, llevando el duro leño sobre sus hombros y la corona de espinas. ¿Podemos pretender camino de rosas, siendo el suyo tan duro? Aquellas ideas que oídas en nuestra adolescencia en el seminario: "dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado...", ahora, en nuestra madurez llega el momento de aplicarla a nuestras almas.

Se te ofrece un cáliz lleno de amargura, pero es tu Redentor quien te lo presenta. Amándonos como nos ama, no puede tratarnos con rigor, si no hubiera para ello una urgente necesidad o una utilidad para nuestra vida eterna. Vamos a confiar.

Tanto la salud como la enfermedad son dones de Dios. Las dolencias Dios nos las envía para probar nuestra virtud y corregirnos de nuestros defectos. También nos desprende la enfermedad del amor de las cosas de la tierra y de los placeres sensuales. Si siempre estuviéramos bien, llegaríamos a olvidarnos de Dios y de la otra vida, querríamos permanecer aquí para siempre.

La enfermedad nos recuerda que estamos en un lugar de destierro y que el cielo es nuestra verdadera patria.

El tiempo de dolencia es precioso para nuestra salvación; pero parecen pocas las personas que lo utilizan con sabiduría y amor. No sacan de ella el fruto normal. La enfermedad es piedra de toque del espíritu - según San Alfonso -; entonces se descubre la virtud del alma. Procurar sufrir con paciencia, con obediencia a los médicos, dando sólo las molestias imprescindibles a quienes nos rodean. Y no quejarse de los pocos cuidados que recibimos. Pero hemos de procurar la curación. Recordemos el deber de buscar la salud.

José María Lorenzo Amelibia  

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