El “Per ipsum” de un Obispo y el monaguillo melenudo

Crítica Constructiva

El “Per ipsum” de un Obispo y el monaguillo melenudo

Caedral


Es cierto, de buenas fuentes, pero no digo el nombre. Sirva la crítica como aviso a los demás. En una catedral concelebra en una solemnidad el Obispo o Arzobispo con sus canónigos. En el momento del “Per ipsum”, el Prelado toma la patena con la Sagrada Forma, y a la vez el concelebrarte coge el Cáliz con el sanguis, para la elevación menor. Nuestro Obispo le dice con tono desabrido, y de manera que se enteran los de alrededor y parte del público por los micrófonos: “El Cáliz te lo ha de entregar el Celebrante; no lo has de coger tú del altar”. El canónigo se sonroja, pero aguanta la embestida.


Ese mismo Obispo tiene la suerte de ser ayudado a Misa por dos acólitos adultos, gran parte de los días. Uno de los monguillos grandes lleva el cabello largo, porque le da la gana. Normal. Pues bien, nuestro Obispo le increpa una mañana y le dice: “O te cortas el pelo, o no te admito a que vengas a ayudarme a Misa en lo sucesivo”.


¿Qué pensar de estos dos detalles desabridos e impertinentes? Ante todo, lo normal es transigir y aguantar esas repugnancias tontas. En el caso de que quiera ser estricto con la liturgia (ignoro hasta qué punto pueden obligar esas pequeñeces), podía advertir tanto al canónigo como al monaguillo en privado, con dulzura, sin acritud, con humildad. Que no se repita esto, Señor Obispo. Y si lo lee algún otro prelado, que tenga cuidado de no caer en insensateces de mal gusto, de poco amor, de mucho orgullo y rareza. ¿No pueden ser caso de sepulcros blanqueados estos obispos raros?

José María Lorenzo Amelibia
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