Resucitar del coma profundo

Enfermos y debilidad

Resucitar del coma profundo

  Así decía la esposa de Jan Grzewski: “Yo quiero que viva y lo espero. Haré todo lo posible para conseguirlo”. En una mañana plomiza de 1988, Jan sufrió un accidente nada espectacular. Era él ferroviario. Estaba enganchando dos vagones e inadvertidamente recibió un golpe en la cabeza. Quedó sin sentido y fue internado en una clínica. Pasaban las semanas y Jan no despertaba. A muchos parecía inútil cualquier tipo de tratamiento y hubo quien sugirió dejarlo para que llegara su fin, por falta de alimentación gastronasal. Se opuso su esposa, Gertruda, rotundamente. El corazón le decía que su marido había de salir adelante. Diecinueve años después nuestro ferroviario recobró el conocimiento.

coma

Como profundo

 No fue sencilla la recuperación. Por supuesto al principio había de trasladarse en silla de ruedas. Una de sus primeras actividades fue asistir a la Catedral, donde recibió la bendición de su obispo. Esto le suscitó una gran alegría. Y poco después hacía esta confidencia a los medios de comunicación: “No podía moverme, pero era consciente de todo lo que pasaba a mi alrededor. Oía las conversaciones de los médicos; comentaban que no sobreviviría. Y de verdad, entonces yo no quería vivir”.

 La gran paciencia y amor de su esposa hizo que todo saliera a la perfección. Supo cuidarlo con gran cariño durante casi dos décadas. Sin este amor continuo y solícito nunca hubiera vuelto a vivir Jan. ¡Cuánto vale el afecto tierno para las personas que se encuentran privadas del uso de los sentidos y para los discapacitados psíquicos! Aconsejan hablarles con serenidad, con amor; contarles cosas agradables, describirles paisajes hermosos, recitarles alguna pequeña oración… Que sepan que ocurra lo que ocurra van a tener a su lado al ser más querido. En cambio, el desamor todo lo tuerce.

 Aquel hombre comenzó su sueño profundo con cuatro hijos; despertó con once nietos. Al volver a la nueva vida recibió muchas impresiones gratas pero extrañas: la caída del comunismo, las tiendas llenas de clientes, la gente que andaba por la calle hablando con los teléfonos móviles…

 Es fácil en estas circunstancias adversas tirar por lo fácil y “humanitario”, que suele ser lo más cómodo y menos costoso. Un estado de coma no es una muerte clínica, aunque en muchas ocasiones finalice de una manera luctuosa. Pero siempre queda la esperanza de una reinserción gozosa en una nueva etapa de la vida.

José María Lorenzo Amelibia                                        

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