Un retiro para el Adviento Retiro de Adviento diciembre 2020

 Retiro Mensual 

Retiro de Adviento diciembre 2020

adviento

1.- Vamos a introducirnos en el misterio de la "plenitud de los tiempos". Previamente estaba anunciado por el profeta Isaías: "La Virgen concebirá y dará a luz un hijo". De ella se dijo "¿Quién es ésta que sube del desierto como aurora resplandeciente, limpia como la luna, destellante de luz como el sol, fuerte como un ejército en orden de batalla?" Nosotros nos complacemos en estas palabras de la Biblia, aplicadas a la Virgen María. Ella estaba a punto cuando llegó la plenitud de los tiempos.

 2.- Conoció a un varón justo, a José. El Evangelio es muy escueto tanto cuando habla de José como de cosas de María anteriores a la Anunciación. Casi nada sabemos. Sí sabemos que se desposó. Que la intención de la Virgen María era mantenerse en virginidad. Sabía lo que suponía el matrimonio, pero confió en la Providencia. Pedimos al Señor ser como María, confiados en la Providencia. Alabo a nuestra Señora con esta frase bíblica que se aplica a ella: "Abrid las puertas, príncipes, que llega la Reina del Empíreo".

 3.- Si miramos los profetas podemos hablar de la ansiedad de las naciones que esperaban al Mesías, "el que había de venir". Nos habla Daniel de "setenta semanas de años" para la venida del Mesías. Alguien las contaba, y calculaba con anhelo que pronto estaría en el Mundo el Redentor, el Salvador. Fue un largo adviento. Muchos pedían al Señor que acelerase los días de la Redención. Admiramos aquella fe y aquella esperanza en medio de la gran indiferencia de muchos. Pedimos al Señor fuerza de fe y esperanza en nosotros para fomentar la ilusión y entrega hacia Aquel que ya ha venido. Es verdad que también había muchos en aquellos tiempos equivocados: creían que el Salvador los liberaría de la dominación de Roma.

 4.- Surgieron falsos profetas que se adjudicaron el título de Mesías y levantaron estandarte de rebelión; esperaban el favor de Dios y la hegemonía del pueblo de Israel. Fueron varios aquellos pretendientes. (La Historia nos habla de Judas, Simón, Astroges el pastor gigante y otros.) Pero en medio de la confusión había almas sencillas que, ayudados por Dios, comprendieron el verdadero significado del mesianismo. La Virgen María era uno de aquellos; conocía los textos del Profeta Isaías. Vivía en un ambiente de gran piedad y vida mística y contemplativa e hizo voto de virginidad. Era una mujer humilde; sabía que todo nos venía de Dios. Casi seguro que sola y junto a José recitaba esta oración: "Envía tu paz a tu pueblo Israel y a tu ciudad y propiedad, y bendícenos a todos. ¡Loado seas, oh Señor, que das la paz”! Repito esta oración con fe y piedad unido a María.

5.- Estaba preparada la mujer necesaria en la "plenitud de tos tiempos". María no podía pasar desapercibida, aunque su vida de desarrollaba sin estridencias en Nazaret. Seguro que pronunciaba estas palabras que decimos en adviento y ahora repetimos. "Oh cielos, dadnos vuestro rocío: lloved oh nubes al Justo". Imagino ahora la Virgen en oración, en una habitación ligeramente iluminada por unos rayos de sol. Procuro hacer contemplación de aquel acto, el más extraordinario de la Historia. Un Arcángel, San Gabriel, se le aparece a María en aquella estancia. Decimos con unción: "Ábrase la Tierra y germine el Salvador". Escuchamos las palabras. "Ave, llena de gracia, el Señor está contigo". Miramos a la Virgen un poco confusa, extrañada, aturdida. ¿Qué era aquello? "Bendita eres entre las mujeres". Contemplamos a María, todavía más extrañada. "No temas, María, has hallado gracia delante de Dios. He aquí que concebirás y darás a luz un Hijo, le darás el nombre de Jesús. Éste será grande y será llamado el Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre: y reinará para siempre en la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin". --- Escuchar las palabras, ponderarlas en nuestro corazón. Darnos cuenta que está sucediendo el misterio más trascendental en orden a la salvación del mundo. Creer, agradecer, gustar con alegría.

 6.- Aquellas palabras del Ángel se le grabaron a María. ¡Un hijo! Concebirás y darás a luz. Y enseguida le vino a la mente su determinación de ser virgen. Y pregunta: "¿Cómo puede ser esto si no conozco varón?" Quiere ser fiel María a su propósito firme, pero la invitación del Señor era clara. El Arcángel le dio la solución enseguida: "El Espíritu Santo descenderá sobre Ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, lo que nacerá de ti será llamado santo, el Hijo del Altísimo. María lo comprendió, su esposo místico iba a ser el Espíritu Santo. Queda a salvo la virginidad prometida. José haría de fiel guardián de la virginidad de María y de padre de Jesús. Allí nadie podría hablar en contra de nada. José tuvo sus dudas, pero el Ángel las aclaró. Detenernos un rato para contemplar el misterio. Agradecer al Señor su solicitud con nosotros. Agradecer a María su disposición.

7.- Una especie de prueba sencilla quiso dar el Ángel a María: su prima Isabel iba a tener un hijo a pesar de su ancianidad. Y escuchamos la aprobación de María a cuanto había escuchado. Pocas palabras: "He aquí la esclava del Señor". Y añade: "Hágase en mí según tu palabra". En aquel momento cambia para siempre el rumbo de la Historia. Es el acontecimiento supremo para el mundo. Hacer resonancia en nuestro interior de estas palabras. Apreciarlas en su gran valor. Apreciar la importancia de María para nuestra redención.

Examen práctico

8.- Pensar unas cuantas determinaciones y criterios para nuestra vida cristiana.

1) Siempre agradecidos a la bondad de Dios y a la decisión de María.

2) Aprecio grande de la disponibilidad de María. Ofrecernos a Dios en total disponibilidad a favor de nuestros hermanos, de nuestro trabajo, de hacer el bien en nuestro ambiente.

3) Ser testigos a nuestro estilo de la Encarnación.

4) Ser como una prolongación de la Encarnación.

5) alabanza al Padre porque nos dio al Hijo.

6) Ponernos a disposición del Señor como María con sus palabras: "He aquí la Esclava del Señor".

7) Rezar muy despacio el primer misterio gozoso, "La encarnación del Hijo de Dios".

8) Recitar con devoción el ángelus.

José  María Lorenzo Amelibia

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