San José de Calasanz sufró incomprensión y ataques de la Jerarquía

Crítica Constructiva

Algunos santos

Con frecuencia santos de primera magnitud han sufrido injusticias de superiores. Por eso conviene que no caigamos en la tentación de pensar que siempre el superior tiene razón. Y quien ostenta el poder ha de ser humilde, pensar que se puede equivocar, escuchar y no prejuzgar a nadie por sus apariencias, con ciertos criterios propios que pueden ser miopes o astigmáticos.

calas

De Goya
San Jose de Calasanz (1557-1648)
Su batalla íntima
Probó en su carne la tensión entre la obediencia y respeto al Papa, por una parte, y la lucha noble contra las leyes que impedían un bien mayor, por otra.

Y entre el dolor desgarrador de decisiones jerárquicas equivocadas y la obediencia filial, estaban su lucha.
Luchó contra la prohibición de aprobarse nuevas órdenes religiosas y ganó la batalla. Solicitó una reforma tras otra, con memoriales y visitas continuas al Papa y sus curiales. Acogió a hombres en conflicto con la Inquisición.

Él mismo tuvo que comparecer, siendo ya anciano, ante el Tribunal del Santo Oficio, llevado a pie por un piquete de soldados. Fue destituido del cargo de superior general. Y aun le tocó escuchar el decreto pontificio de disolución de la Orden Escolapia. Su actitud ante tal cúmulo de ataques, que duraron más de cinco años fue ésta: "Yo, mientras tenga vida, no perderé jamás el deseo de ayudar a la Orden con la esperanza de volverla a ver asegurada, apoyándome en aquellas palabras de un profeta que dice: sed constantes y veréis el auxilio de Dios sobre vosotros."

La tarde del 17 de marzo de 1646, cuando el enviado del Papa Inocencio X dio lectura al breve disolutorio, Calasanz repitió varias veces las palabras de Job: "El Señor me lo dio, el Señor nos lo quitó. Como plugo al Señor, así se hizo. Bendito sea su nombre." Y tuvo este gesto final: dos o tres días antes de morir llamó a dos religiosos y les suplicó: "Hacedme esta caridad, id al Vaticano; ganad la indulgencia por mí; besad el pie a la estatua de San Pedro; pedidle la bendición de mi parte, para que impetre del Señor el perdón de mis pecados... d luego al maestro de Cámara del cardenal Cechini y rogadle que obtenga del Papa la indulgencia plenaria y la bendición in articulo mortis."

Cuando murió, su Congregación estaba disuelta.

¡Qué duro fue el final en este mundo de un hombre de la talla de santidad de José de Calasanz! ¡Cuánto sufrimiento inútil producen muchas veces quienes están en el poder, por el temor perder su prestigio, sus prerrogativas, sus intereses personales! ¡Cuánta responsabilidad tiene, pero muchos de ellos carecen de este sentimiento! Es hora de que quienes ostentan grandes cargos obren con amor, más que con le ley humana en la mano.

José María Lorenzo Amelibia


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