Para los Obispos. San Gaudencio, Obispo de Brescia
Obispos sed santos como.
| José María Lorenzo Amelibia
San Gaudencio, Obispo de Brescia
+ + 410 Memoria, 25 octubre
San Gaudencio
Obispo de Brescia desde alrededor del año 387 hasta cerca de 410; fue el sucesor del escritor sobre herejías, San Filastrio. A la muerte de dicho santo Gaudencio estaba haciendo una peregrinación a Jerusalén. La gente de Brescia se comprometió por un juramento que no aceptarían a otro obispo que no fuera Gaudencio; y San Ambrosio y otros prelados vecinos, en consecuencia, lo obligaron a regresar, aunque contra su voluntad.
Los obispos orientales también amenazaron a negarse a la comunión con él si él no obedecía. Poseemos el discurso que él hizo ante San Ambrosio y otros obispos con ocasión de su consagración, en el cual se excusa, bajo el argumento de la obediencia, de su juventud y su presunción al hablar.
Había traído consigo de Oriente muchas reliquias preciosas de San Juan Bautista y de los apóstoles, y especialmente de los Cuarenta Mártires de Sebaste, las cuales le habían entregado en Cesarea de Capacocia las sobrinas de San Basilio. Depositó éstas y otras reliquias de Milán y otros lugares en una basílica a la que llamó Concilium Sanctorum. Todavía existe su sermón con ocasión de su dedicación. De una carta de San Juan Crisóstomo (Ep. CLXXXIV) a Gaudencio se puede deducir que los dos santos se habían conocido en Antioquía. Cuando San Juan Crisóstomo fue condenado al exilio y apeló al Papa San Inocencio I y a Oriente en 405, Gaudencio salió en su defensa cálidamente.
Gaudencio y otros dos obispos sirvieron como embajadores al emperador oriental Arcadio de parte de su hermano Honorio y del Papa, para llevar cartas de ambos y de los obispos italianos.
Los enviados fueron capturados en Atenas y enviados a Constantinopla, y estuvieron tres días en un barco sin comida. No fueron admitidos a la ciudad, sino que fueron echados a una fortaleza llamada Atira, en la costa de Tracia. Al arrebatarles sus credenciales por la fuerza le fracturaron el dedo pulgar a un obispo, y se les ofreció una gran cantidad de dinero si se comunicaban con Ático, que había suplantado a San Juan Crisóstomo.
Fueron consolados por Dios, y San Pablo se le apareció a un diácono entre ellos. Eventualmente fueron puestos a bordo de un buque no apto para la navegación, y se dice que el capitán tenía órdenes de hundirlos. Sin embargo, llegaron sanos y salvos a Lampsaco, donde abordaron otro barco para Italia y en veinte días llegaron a Otranto. Su propio relato de su aventura de cuatro meses ha sido conservado por Paladio (Diálogo, 4). San Crisóstomo les escribió muchas cartas de agradecimiento.
Todavía existen veintiún tratados de Gaudencio. Los primeros diez son una serie de sermones pascuales. Su figura es vista a menudo en las figuras del altar de los grandes pintores brescianos, Moretto, Savoldo y Romanino. Resumen Fuente: Chapman, John. "St. Gaudentius." The Catholic Encyclopedia. Vol. 6. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/06393c.htm>. Traducido por Luz María Hernández Medina.
José María Lorenzo Amelibia
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