Superar la desgana en el fracaso

Espiritualidad

Superar la desgana en el fracaso

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Superar las desganas

A veces suele asomarse la desgana y la turbación en nuestros corazones al ver el corto camino adelantado en la vida interior y espiritual. Muchos ante tal sensación de fracaso han abandonado la oración, el sacrificio y la casi totalidad de práctica religiosa. Dicen: ¿total, para qué? Es una pérdida de tiempo; más vale aprovecharlo en cosas útiles. A todos nos ha venido esta tentación; a ti y a mí también. Y quizás durante algunas temporadas hayamos sucumbido.

No nos vamos a turbar por no experimentar adelanto en la vida espiritual. Vamos a permanecer en paz; que la serenidad total reine en nuestros corazones, aunque nos veamos siempre novatos en los caminos del Señor. Esto favorece nuestra humildad y nuestra confianza en Dios. Y hemos de seguir adelante. Nuestra obligación de servir a Dios dura toda la vida.

Por otra parte, este fracaso será más aparente que real. El progreso es constante, aunque no lo advirtamos. Y autores de teología espiritual, como san Bernardo, piensan así: el infatigable deseo de avanzar y el esfuerzo continuo hacia la perfección se consideran como la perfección misma.

Yo estoy convencido: cuanto más flojos y débiles nos encontramos en los psicológico, más se aprovecha el demonio para tentarnos y hacernos caer en la flojedad y pereza.

En invierno, cuando hace frío, uno se levanta de la cama naturalmente triste. El demonio nos trae en esos momentos todas las angustias mayores de nuestra existencia. Y es preciso comenzar a orar, aunque no se tengan ganas.

Si luchamos, el Señor nos premia con un mayor fervor. Yo lo he experimentado muchas veces. Me encontraba igual con gran tristeza. Por supuesto sin ganas de orar ni de nada. Tal vez sólo con ganas de dar puntapiés por todas las partes. Pero he acudido a la oración y todo ha cambiado después. No sucede el milagro de estar loco de ilusión y jolgorio, pero sí, dentro de la prueba se halla el lenitivo de la aceptación con paz de la propia situación.

Leía en "Las Florecillas de San Francisco" una idea peregrina: cuando uno tiene un tonel de vino con heces en el fondo, no conviene moverlo y revolverlo. No se aprovecha así lo poco que queda de vino. Vale más tratarlo con delicadeza para beber de él. Pues lo mismo ocurre en nuestro espíritu.

José María Lorenzo Amelibia  

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