Tener sed de Dios
Espiritualidad
| José María Lorenzo Amelibia
Tener sed de Dios
El que tiene sed un día de calor, trata de saciarla. Si no puede, suele decir con frecuencia: "Tengo sed. No puedo aguantar." Y si no habla nada de ello, por lo menos está siempre dándose cuenta de la sed que siente, y busca por todas las partes el modo de remediarla. ¿No te has encontrado así alguna vez con relación a Dios?
Esos días de fervor buscabas en todo momento la manera de encontrarte en la oración con Jesús. Era una especie de amor que te abrasaba. Así quisiéramos encontrarnos siempre con relación a Dios, ¿verdad? Entonces nuestro apostolado, nuestro ministerio, nuestro trabajo será fructuoso. De lo contrario seré como una campana rajada.
Si vivimos con esta hambre y sed de Dios, procuraremos saciarla. Y se notará en toda nuestra existencia. Lo notarán. Influiremos. Pero si no vamos a las fuentes de aguas vivas, a la oración, ni Dios llegará a los demás en nuestras palabras, ni nuestras palabras influirán casi nada en los demás. Aquí está el secreto de que tanta oratoria, tanto sermón, tanta clase de religión, hayan pasado sin producir ningún provecho.
Repítele conmigo a Jesús: "Aquí, a tu lado siempre junto a Ti, cuánto bien voy a hacer. No quiero separarme nunca de Ti."
José María Lorenzo Amelibia
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