Tetrapléjicos que se superan

Enfermos y debilidad

Tetrapléjicos que se superan

            Ser astronauta no es algo romántico. Quienes han tenido el privilegio de experimentar la ingravidez durante unos días, han de pagar como tributo, cuando vuelven a la Tierra, volver a aprender de nuevo a caminar. El andar flotando en el aire, sin sentir la gravedad, produce atrofia muscular y pérdida de masa ósea. Por eso a la vuelta del viaje espacial es necesario rehabilitarse hasta poder de nuevo gozar de una vida normal. Antes del primer viaje por el espacio, ya se conocía todo esto; porque habían experimentado con doce mujeres: permanecieron durante sesenta días en la cama; la forma más parecida a la ingravidez en la cápsula de los astronautas. Al final del experimento todas se sorprendieron con angustia: “Pero… si se me ha olvidado andar…” Habían quedado paralíticas. Después vendría la rehabilitación.

te

-Sonríe porque se supera

Pensaba yo que estar tetrapléjico era algo irreversible. Cuando me despertaron del coma inducido, en que permanecí durante casi tres semanas, creía que mi cuerpo estaba pegado a las sábanas. Se lo dije a la enfermera, y ella por respuesta se echó a reír, y se marchó. Nadie me dijo que estaba tetrapléjico, y lo agradecí; me hubiese apurado mucho. Después, poco a poco me di cuenta de la realidad porque acudía la fisioterapeuta a ayudarme a mover un poco el tronco, los brazos y los pies. Todo muy lento.

 Estoy convencido de que Dios ayuda en estas circunstancias, porque entonces me sentía muy tranquilo, aceptaba mi situación sin dificultad, incluso sonreía y mi ánimo era de alegría serena. Me decía una enfermera para animarme sacarme de mi pereza: “Tienes que hacer un esfuerzo; los ejercicios que la fisioterapeuta te enseña, ayudan, pero durante el resto del día has de practicarlos varias veces. Conozco gente que, por indolencia y falta de voluntad, ha quedado paralítica durante toda su vida”. Me hizo bien esta advertencia.

 Me colocaban por las mañanas sobre una especie de mesa que se iba elevando como un plano inclinado. Allí me ataban previamente para no caer. Y había de permanecer casi vertical hasta que la disnea me dominaba, e interrumpían el tratamiento. Yo bromeaba, y al artilugio le decía el potro, porque se parecía a esos aparatos de tortura de la edad media. Al cabo de un mes, al fin pude sostenerme de pie. Después en silla de ruedas; eso fue un gran adelanto; poder mantenerme sentado. Aprender a dar pasos costó mucho más; al principio asido a dos personas; más tarde, ayudado por un tacataca. Hubieron de pasar ocho meses para poder caminar yo solo durante unos veinte minutos.

 Cuento esta experiencia de mi vida porque deseo animar a personas que se puedan encontrar en circunstancias parecidas. Han pasado varios años y todo aquello tan solo permanece en mí como un recuerdo lleno de agradecimiento a cuantos me prestaron su ayuda.

José María Lorenzo Amelibia                                        

Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com

 Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/

  Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari  Lorenzo Amelibia  Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

Volver arriba