Asociación de Sacerdotes Secularizados ASCE Tortura interior de muchos sacerdotes durante años

ASCE. CRÍTICA CONSTRUCTIVA.

Tortura interior de muchos sacerdotes durante años

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            Sólo  Dios capta el dolor de su renuncia. Dios y él mismo, el sacerdote.  Los demás  piensan: es su vocación. Con estas tres palabras justifican  y reducen  a  la nada la tortura interior que ha de sufrir una  persona durante años sin fin.

            - "Me acercaré al Altar de Dios; al Dios que llena de alegría mi juventud." Así debe ser. La alegría es fruto del esfuerzo. Tiene que convencerse de que se encuentra contento. La autosugestión debe tomar parte en la lucha diaria. Acoger a Cristo en sus manos y darlo a  los demás  ha de granjearle tanta alegría como al enamorado su amor.  Ver cómo las almas se transforman en una madurez cristiana, cómo quieren a  Jesús,  ha  de  compensar  toda  su  renuncia  afectiva.  ¡Ilusión sacerdotal!  Esto en teoría resulta hermoso y atrayente.

            Pero... llegan las críticas del pueblo. Los roces inevitables de la  convivencia. El fracaso apostólico diario. La repetición de actos sublimes  que,  con  el  uso  pierden la virtualidad  subjetiva.  El celibato es entonces auténtico vacío. El corazón exige  su  complemento  humano.  Está  dividido. Nos encontramos  inmersos  en  la  crisis más  profunda.  La  luz  de  la ordenación, los fervores del seminario, el triunfo de la  pureza  con su  carga  mística, se hallan tan distantes en el tiempo  que  apenas resplandecen  en  la  profundidad de su alma oscura.  Brilla  más  el hechizo  de  la  joven  devota e idealista, con  la  que  el  clérigo desearía  compartir  su  vida y caminar hacia  aquella  meta  sublime soñada durante lustros.

          El cuerpo también, lleno de vigor físico, exige su parte. Hay que mantener a raya las pasiones. En esto no se puede ceder.

               El  pensamiento  trabaja  en  imaginaciones  que  es  necesario erradicar.  El sacerdote lucha contra nubes de miasmas en  pugna  por infectar su espíritu. Palabras que, después de la adolescencia,  nada le  sugerían,  hoy se tiñen de todo su verdor: noviazgo,  matrimonio, unión  sexual.  En  ocasiones se desechan con  un  "no"  rotundo  que trasciende al exterior. Puede todo degenerar en un "tic" nervioso.

            Y  vuela  la imaginación: ¿Cómo será la mujer en su  intimidad? Nunca  ha  visto un desnudo fuera de las galerías de arte.  ¿Será  el placer  sexual compartido lo mismo que el gozo solitario del orgasmo?   ¿Cómo   será la  descarga  afectiva  en  el  ayuntamiento carnal? Curiosidad;  deseo intenso; imaginación: todo se mezcla  en  su  alma exigiendo la satisfacción del instinto desbocado.

               Procura  distraerse; cacerías en montes lejanos con  amigos  de tertulia; juego de naipes en veladas nocturnas invernales; lectura de libros que fomentan el cultivo del espíritu... (hablo de la segunda mitad del siglo XX, cuando abundaban los sacerdotes). Las almas tiran. Jamás podrá defraudar a la porción de su herencia.

               La soledad es triste. En las noches frías, el viento silba a la cabecera  de  la  cama.  El  silencio invita  al  amor.  Después  del descanso.  Pero...  ¡no!  Mañana,  otro  día  igual:  la  misa  y  el catecismo; la caza y la partida...

               El  amigo de equipo de matrimonios le comprendería. Mas... nada le  puede  decir. ¡Cómo va a desnudar así su alma!  Aquél durante  la noche,  habrá  desahogado su virilidad con la esposa elegida.   Feliz comenzará la jornada de trabajo. Sus nervios habrán quedado templados tras el  orgasmo lícito. El clérigo, en cambio, se  levanta  con   el rictus de cansancio, de mal humor. Cultivará la oración; retorcerá su espíritu.  Se  mostrará afable. ¿Por qué ha de sufrir  nadie  con  su drama interior?

               Las  confidencias del confesonario le llaman la  atención.  El diálogo  normal con alguna penitente llega a excitarle, mas por  nada del mundo haría traición a sus principios.

               Más  tarde  la  lucha habrá de librarla con su propio  cerebro: posturas  del acto marital, duración, fotografías mentales...  ¿habrá imaginación  menos  casta  que la de un hombre  casto?  El  deseo  es constante  y  la represión continua. Parece que siempre  está  en  el borde del abismo haciendo equilibrios para no caer.

            Ha de leer libros de formación sexual. Es necesario saberlo todo a  través  de  literatura científica.  ¿Cómo de lo  contrario  podría entender en  el  sacramento  del  perdón  sin  formular   preguntas indiscretas? Parece que su curiosidad descansa al enterarse de  todo, pero en los momentos álgidos esto le supone aguda crisis interna.

José María Lorenzo Amelibia                                         Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com              Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/  Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3                                          Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

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