Vivir la realidad de la acción de Dios en nosotros

Espiritualidad

Vivir la realidad de la acción de Dios en nosotros

Lo más grande de nuestra existencia lo invisible: amigos de Dios, hijos de Dios, templos vivos de la Santísima Trinidad. Llamados a la vida cristiana para siempre; llamados a ir extendiendo el Reino de Dios. Esto es para llenarnos de alegría y de responsabilidad.

Y sobre todo voy animándome cada vez más, y tú también, a vivir esta realidad sublime. Todo el problema consiste en ser fiel y perseverar en el bien.

Viviendo la realidad sublime de la gracia, nada puede caernos mal. ¿Nos quedamos ciegos? Mayor contemplación de Dios; mayor deseo de verlo cara a cara. ¿Vemos muy bien? Alegría de poder elevarnos de lo visible al amor de lo invisible. ¡Qué razón tenía San Pablo cuando decía!: "Todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios."

Jesús no nos negará ninguna gracia necesaria para nuestra total felicidad, nuestra santificación, su gloria. Para ello tomó nuestra naturaleza humana. Para ello nos redimió. Debemos aspirar a esa felicidad total. No al placer.

Si buscas unirte a El, te dará su fuerza, su gracia. El deseo estará siempre en tu corazón. La fe se encenderá cada vez más en ti. Vas a comenzar un nuevo nacimiento. Vas a aspirar a la santidad cada vez con mayor ilusión. Vas a aceptar el dolor y el gozo con la misma gratitud. En el fondo de tu alma reinará la paz.

Te ha dado el sacerdocio; te ha elegido; nos ha elegido. El nunca falla en su compromiso. El nos ayudará en todo momento.

Hemos llevado la cruz con Cristo. El nos va a dar su apoyo, El nos dará también la gloria de la Resurrección. Para nosotros la medida de la gloria será la de nuestra "pasión". Si lo pienso así, entonces digo: qué poco he sufrido por Jesús.

Ahora recuerdo la vida del Padre Nieto. ¡Cuánto sufrió! Aparte de las enfermedades y miserias, El mismo castigaba su cuerpo. Eso indica sus toneladas de fe. ¡Dios mío, dame un poco de esa fe de los santos! Ayúdame. Ayúdanos a que de una vez comencemos una vida de fervor...

No tardará en llegar el día de nuestra muerte. Más pronto seguro de lo pensado. Si alguien nos rodea nos mirará callado sin poder ayudarnos. Ya no habrá más contactos con este mundo exterior. Ya habremos entrado en la eternidad. A solas con Dios. Entonces sabremos cuánto supone el habernos quedado con El en sus dolores, ayudándole a llevar la cruz. Entonces podremos escuchar la voz amiga de Jesús que nos diga: me acompañasteis en el calvario...entrad ahora conmigo en la gloria. "Tened confianza, yo soy". Y le diremos con el salmista: "Ahora que me cercan las sombras de la muerte, no temo; porque Tú estás conmigo."

José María Lorenzo Amelibia  

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