Más de cincuenta años sin readmitir a los sacerdotes secularizados... y somos sacerdotes XCI NO ROMPO CON MI VIDA ANTERIOR, al contrario

 La vida de un cristiano, sacerdote, padre y abuelo

 Testimonio humano - espiritual de un sacerdote casado.

Autobiografía.

XCI NO ROMPO CON MI VIDA ANTERIOR, al contrario

sr

Segovia

MI HERMANA CONCHA ya no viene por casa. Su paralización ha ido en aumento: no se mueve de la silla. Su soledad debe de ser abrumadora. Hace unos meses la hemos visitado en el hospital. Ha salido del centro sanitario, y permanece encerrada en su piso, con el único solaz de la televisión. ¡Qué dura es su vida!

Mi salida al mundo de los seglares no ha supuesto por mi parte ruptura. Me siento transcendente como antes, aunque impedido en el ejercicio ministerial. Desde el primer momento he intentado realizar actividades en consonancia con mi condición sacerdotal, y no perder contacto con los amigos clérigos.

En Santa Cruz de Campezo he actuado varios años, junto al amigo José Gómez de Segura, en charlas de preparación para el matrimonio. Tal vez sea éste uno de los apostolados más en consonancia con mi doble condición de sacerdote y casado. Angelines me ha acompañado y participado en los coloquios. Orbiso, Bernedo, Lagrán, han escuchado mi palabra en diversas épocas. En realidad me suele dar pereza moverme. Nunca, sin embargo, omito una actividad por desidia. Al finalizar mi actuación siento una profunda alegría.

En la parroquia de los Angeles de Vitoria, todos los meses dirijo este año un coloquio a chicos y chicas que se preparan para el sacramento del amor. El tema que desarrollo es "Misión y espiritualidad del matrimonio". Terminado el curso el fraile ha dejado de llamarme; ignoro la causa. ¿Tal vez por no compartir con él lo relativo al mal uso del matrimonio? El lo veía como mal menor, exento de culpa. Yo sigo la doctrina de la Iglesia. Si me vuelven a llamar, me hacen un honor; si no, me hacen un favor.

En el colegio de San Ignacio, durante seis años consecutivos he preparado a los niños de primera comunión. Para completar la formación reuníamos a los padres y estudiábamos el temario: "Primera Penitencia y Eucaristía". Estos encuentros han servido a muchos padres para de verdadera renovación espiritual. Estas mismas lecciones las repetía en la parroquia en fechas distintas. Todas las actividades del Colegio había que realizarlas por puro amor de Dios, ya que los frailecillos directores nunca me estimularon con una palabra de aliento.

Me dio ilusión que un cura me llamara para leer la epístola en la Misa dominical. Desde entonces, todos los días festivos participo en este ministerio de lector. Me impresionaba, sobre todo en los primeros meses, asistir a Misa como simple fiel.(1) Algunos días me angustiaba; otros participaba con extraordinario fervor. Desde el momento en que intervengo activamente, me encuentro más centrado.

La amistad con mis íntimos. En un principio sufrí pensando que mis amigos nada querían saber de mí, por el hecho de que haya cambiado de vida. Observé un distanciamiento tácito. No cabe duda de que mi cambio de estado les produjo impacto. Habían de serenarse las aguas para volver a la antigua amistad. Por otra parte mi constancia en seguirlos ha sido siempre proverbial. Me animó Paco en la visita que me hizo en el primer año después de salir del clero. Pronto comenzamos a reunirnos. Aunque algo distantes en kilómetros, se suple intensidad el momento de reencontrarnos. Tres o cuatro veces nos juntamos todos los años y disfrutamos de las mieles de la amistad en el mutuo desahogo de problemas y en la comunicación de nuestros proyectos.

Se nos ocurrió la idea de congregarnos en un monasterio para practicar un retiro espiritual, y avivar la llama de nuestra común ilusión de vida interior. Nada mejor que Leyre en su soledad acompañada para practicar nuestros ejercicios del alma. Joaquín, José Ignacio, Jesús se decidieron. Paco no consiguió adecuar sus fechas disponibles (2). El ambiente del cenobio ayuda a interiorizar. Incluso ver al que fue nuestro rector absolutista, don Mariano Laguardia, como simple monje, sujeto a obediencia, tiñe las meditaciones del color de autenticidad.

José Ignacio Dallo había logrado en pocos folios un extracto de la famosa obra de José Tissot. La domina con precisión de técnico. Horas y horas machacando aquellos textos tantas veces leídos en el transcurso de los años, consiguieron en mí una renovación purificadora, como agua limpia de profundo manantial. Cuando alrededor, cantos de sirena quieran atraernos por senderos de aventura, nuestra fe se afianza en el contacto con amigos de religiosidad profunda. Leyre me confirmó en la maravilla de sentirse profesional de Dios. Me admira que ciertos sacerdotes aboguen por una total desacralización, siendo así que lo natural y lo sobrenatural se unen hacia la consumación en Cristo. Es grato saborear la ternura del buen Dios que con mimo nos ha guiado por senderos distintos a una misma meta.

Sabor a eternidad el degustado junto a la fuente de fray Virila, lugar donde parece que se encuentran el cielo y la tierra, la vida presente y la futura, el agua y la sed, la contingencia y la trascendencia. Los momentos allí vividos fueron de paraíso terrenal. Volvimos un segundo año... y continuaremos. Durante tres años he convocado a mis compañeros de curso a las reuniones veraniegas. - Yo me comprometo a enviar a todos la invitación. José Ignacio y Jesús podrían organizar lo demás. - Conforme. Sondearemos opiniones para decidir el lugar. Gracias a estos encuentros nos hemos saludado compañeros que no nos habíamos visto desde los años de Seminario.

Pensé que una vez encendida la antorcha, tal vez sería otra persona más indicada que yo para portarla. Afortunadamente, Tomás Miquele, secretario del arzobispo, nos citó el último verano (3).

(1) Cuando en 1997 vuelvo a escribir en forma digital esta autobiografía, me sigue impresionando. Pero no tanto desde que comencé a celebrar la Eucaristía en casa varias veces al año, a partir de mis bodas de plata sacerdotales, en 1983. Sin embargo, la misa dominical de las iglesias me resulta un poco "extraña", porque dado mi sacerdocio, estoy llamado a presidirla yo, y se me impide por haber contraído matrimonio. Continué leyendo la epístola hasta 1981, fecha en que el cura anciano que celebraba, se enteró de mi condición sacerdotal, y no lo soportó. Me dijo que no volviera. Ya no he vuelto a ejercer esta función. Ahora no me cuesta. Prefiero ejercer mi sacerdocio con la Eucaristía, dicha en familia unas pocas veces al año.

(2) Los tres primeros años, 1976, 77, 78 fue nuestro retiro en Leyre. Lo dejamos en Leyre porque nos marginaron de la comunidad. Desde 1979 vamos a Estíbaliz. Paco Macaya se juntó con nosotros hacia el año 1986. Y así seguimos ininterrumpidamente.

(3) Tomás Miquele ha seguido convocando casi todos los años. En 1995 no lo hizo. Por eso, al celebrar las bodas de oro de nuestra entrada en el seminario, envié una circular a todos los compañeros. Al fin Miquele convocó en el mes de setiembre otra vez; nos juntamos unos veinte compañeros. A algunos ya ni conocía; habían dejado la carrera. Úlitimamente convoca Javier Vesperinas, del curso, y Secretario de Cámara del Arzobispado.

Publico en pequeñas entregas la verdadera historia de mi vida de cristiano, sacerdote, padre y abuelo. Por razones obvias son supuestos los nombres geográficos de mis lugares de adulto. A muchos puede interesar.

José María Lorenzo Amelibia 

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             Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/

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