Para obispos y todos los demás. XLIII SOY CLÉRIGO

 

 La vida de un cristiano, sacerdote, padre y abuelo

 Testimonio humano - espiritual de un sacerdote casado.

Autobiografía.

XLIII

SOY CLÉRIGO

HA LLEGADO el 24 de noviembre de 1956: El día de los sueños de mi vida. El día de mi ilusión. Alegre sonaba la campana; alegres los primeros momentos. Estaré en retiro hasta las cinco, y a las siete recibiré la tonsura clerical.

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Diáconos

Saborear en estos momentos la intimidad con Jesucristo. Amarle, como Pedro después de su caída: Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo. Y que mi amor al Señor se traduzca en obras. Confiar en El plenamente.

El Señor va a ser la parte de mi herencia; ¿qué me importa el mundo? Darme al Señor por completo. El Señor me amará más desde hoy porque soy de los suyos. De los que están más cerca de El. Señor, no soy digno. Confío plenamente. Ayúdame. Al contemplar el programa de mi vida sacerdotal he de descartar posturas mediocres: riquezas, honores, placeres. Todo eso tiene que estar lejos de mí. Mi ilusión será el amor de Cristo, la gloria de Dios, el celo por las almas. Castidad, virtud. "¡Estos recibirán la bendición de Dios!"

Estos eran mis sentimientos minutos antes de la tonsura. Después, me desbordaba la ilusión y el gozo: Ya soy clérigo de la Santa Madre Iglesia, ¡aleluya! alegría y júbilo; gracias, Señor. Vos sois la porción de mi herencia. ¿Qué devolveré al Señor? Amarte, darme a ti; pero como soy tuyo, ¿qué te puedo dar, si sólo tengo miseria? Recíbeme como soy, flaco.

A las 5,15 terminaba el retiro. Bajo a la sala de visitas. Me están esperando mi padre, mi madre y mis hermanos Emilio y Angel. Concha no ha podido venir porque no se encontraba bien. Y así, charlando, dan las seis y media. A ponerme la sotana. Paco me quita la corbata de seglar; yo se la quito a él; bonito simbolismo. A las siete menos cuarto acomodo a mis familiares. Momentos intensos de emoción el de la espera del señor Arzobispo... llega el clímax con la entonación del "Sacerdos et Pontifex, et virtutum opifex, pastor bone, in saeculum, sic placuisti Domino..." Y después a coro todos exclamamos el "Ideo... juresjurudando..." Se me agolpan las lágrimas; me ahoga la emoción en el momento de entrar en la capilla. ¡Cuántos años esperando este momento sublime; cuánta lucha; cuánto trabajo! Y escucho pronunciar mi nombre en latín; y doy la respuesta con una sola palabra: "adsum"; aquí estoy. Pronuncio con el señor Arzobispo las frases en latín: "El Señor es la parte de mi herencia; Tú, Señor, el que me devolverás mi herencia". Y me envuelve como un halo del Espíritu Divino al recibir la sobrepelliz blanca del hombre nuevo, mientras suena la canción mariana de la entrega: "Madre del alma mía, Reina del Cielo... Llévame, Virgen María, al Señor en estos primeros pasos de la clericatura.

Las palabras del Arzobispo fueron breves pero significativas. Y después, a trazarnos la corona sobre la cabeza; el distintivo de los clérigos. Vera, de un curso superior, me la marca con mano diestra, bien redonda. Y mi primer beso a mis familiares que aguardan. A todos nos saltaban las lágrimas. Y yo decía en mi interior: Señor, quiero ser clérigo para vuestra mayor gloria, la salvación de las almas y mi santificación. Admiran mi manteo, mi dulleta, mis vestidos clericales. Satisfechos, nos despedimos hasta navidad.

Entramos en el comedor juntos: Resa, Sánchez de Muniain, Redín y yo. Aplausos grandes de la comunidad. Los recibo contento. Yo también aplaudía con sinceridad y cariño a los que se ordenaban. Por fin llegó mi hora. Años y años esperando con ilusión. El Señor me ha llamado y he seguido su voz. Se agolpan en mi imaginación todos los años de trabajo, alegría y esperanzas y penas. Recuerdo las crisis y pesimismos de Filosofía, aquellos día en que veía posible dejar la carrera. ¡Este el el día en que actuó el Señor! ¡Llenémonos de gozo en El; aleluya!

Por la noche, antes de acostarnos, vamos todos al vestíbulo al regazo de la Madre. ¡Con qué emoción y alegría cantamos completas! Esa imagen multisecular ha presenciado las ilusiones de generaciones y generaciones de seminaristas; el entusiasmo de primeras órdenes y sacerdocio recién estrenado. Hoy nos mira a nosotros. Luego nos consagramos a María todo el curso. Renovación solemne. ¡Qué sabor!

Termina el día 24. Ha comenzado a ser realidad la ilusión y el sueño de mi vida. ¡Cuántas veces a lo largo de la carrera he pensado en el día de hoy! Ya soy clérigo. Aleluya, aleluya. Santidad. A trabajar más y más. Me cuesta un rato dormir. Soy clérigo.

ORDENES MENORES

Llega el 25 de noviembre. Despertar alegre. Me toco la corona; primer despertar de clérigo. Son las ocho y cuarto. Al hall, a aguardar al Sr. Arzobispo. Voy a recibir las tres primeras órdenes menores. Siempre recordaré el canto triunfal de "Sacerdos et pontifex..."Creo que en los momentos de decaimiento me animará. Nos llaman: Accedant qui ordinandi sunt... Recibo el ostiariado; subo con mi íntimo amigo Paco Macaya. Después, lector y exorcista con el amigo Pedro Ibáñez y con el estupendo compañero José Luis Labeaga. Continúan las ordenaciones de diácono y presbítero. Llega el momento del ofertorio y la ofrenda de las velas: ser luz durante toda mi vida por las buenas obras; ser cirio encendido consumiéndome en el amor de Dios. ¡Cuánto me ha emocionado este rito! Después, la Comunión de manos del obispo. Para purificar bebo por primera vez de mi vida de un cáliz. Momentos íntimos en compañía de Jesús en mi corazón. Le hablo con fervor; es mi primera comunión clerical. Amar a Cristo; servirle; ser santo clérigo. Termina las solemnidad con el besamanos de los nuevos sacerdotes. Después, me aderezo con mis nuevas ropas, dulleta y manteo. Voy con Paco Macaya a su casa. Allí tomamos un espléndido desayuno.

La comida del seminario ha sido muy íntima. Recordamos todos, emocionados, los momentos de la tonsura y de la ordenación. No hago más que mirar a los condiscípulos: resulta un poco raro ver con coronilla a quienes siempre he visto sin ella. Pasa la tarde con alegría. Vísperas solemnes. Me encuentro algo cansado. También los días grandes pasan. Mañana, día común. Sin embargo, algo ha cambiado. Soy exorcista. Mis padres no han podido asistir hoy.

Al día siguiente me hallo muy a gusto de clérigo. Me preguntan la lección Don Mariano Laguardia y Don Jesús Lezáun. Al primero que preguntan después de estos acontecimientos. Toda la semana estuvo cargada de ilusión y fervor. Felicidad completa, aunque no existe un día sin dolor, como no hay rosas sin espinas. Pero quedan a ratos los dolores tan disminuidos que ni siquiera se perciben. Ver a Dios, esa es mi mayor dicha. ¡Señor, llévame por el camino de la santidad para que te alcance!

En la vísperas de la Inmaculada oficié de "pluvista"; así llamábamos a la media docena de clérigos que nos revestíamos con capa pluvial para dar mayor solemnidad a algunos cultos. Lo que soñaba de niño: ornamentos, incienso, liturgia que me llamaba la atención. Pero ahora lo vivo en otra dimensión. Se va perfilando el sacerdocio y le hablo al Señor con el alma y el corazón: Gracia, Señor, por este don. No soy digno. Pido que tu nombre sea conocido y honrado por todo el mundo. Peticiones universalistas. Después me he ido acordando de todos los familiares, Iglesia, de todo.

Los del grupo de amistad sacerdotal nos consagramos a la Virgen en esta fiesta de la Madre. Queremos permanecer durante toda la vida amigos y ayudarnos. Comenzamos cada uno rezando dos Padre Nuestro y añadimos peticiones universalistas. Que seamos santos; que tengamos preocupaciones grandes; que permanezcamos unidos; que amemos a Cristo Eucaristía y a María. Después he dicho unas palabras de petición por los cuatro del grupo y por Miguel Idoate que ha dejado la carrera y estaba vinculado a nosotros. Al final ha surgido la idea de que cuando seamos sacerdotes practiquemos alguna vez los ejercicios espirituales dirigidos por nosotros mismos.

Pocos días antes de las vacaciones de navidad recibíamos la cuarta de las órdenes menores: el acolitado. Como un peldaño ascendente hacia el Altar. Don Enrique Delgado Gómez, el Arzobispo, acude de nuevo a nuestro seminario para conferirnos esta nueva orden menor. Puedo con derecho ayudar a Misa, tocar los vasos sagrados, soy acólito. Alegraos en el Señor, nos dice la liturgia. Sí, porque El está cerca, muy cerca. El próximo año seré sacerdote. Toda la ceremonia de la ordenación rezuma una idea: luz. Vivir siempre encendidos para alumbrar a los demás como signos de esperanza. Ilumíname mucho, Señor, para que pueda reflejar tu luz, porque en el mundo hay tinieblas. Recibir la luz del sol de los soles para alumbrar en la oscuridad. Que cuando alguien llegue a mí con dudas le consuele en sus problemas, le oriente en su penumbra. Y como fruto de la luz: la bondad, la justicia y la paz.

Termina la ordenación. Me ha tocado junto a Luis Huarte, el joven bueno y sin doblez. Nos retratamos junto al Arzobispo. Es como un rito esta fotografía. La guardamos en nuestro álbum como recuerdo de nuestro deseo de iluminar. Llegan cartas de felicitación: Entre tanto va creciendo el pelo de la corona y es preciso marcarla de nuevo. Pedrito está hecho un artista para este menester.

MIS PRIMERAS VACACIONES DE CLERIGO

A las nueve, en Estella. Me esperan mi padre y mi madre. Llego con cierta emoción. Primera vez que piso el suelo de mi pueblo siendo clérigo. Mi primer acto es ir a Misa y a comulgar. Entro en la iglesia y los niños me miran. La gente me saluda, y algunos hasta se quitan la boina cuando paso. Los niños me dicen: "Ave María Purísima." Con Pedro Angel acudo al Puy y al Verbo Divino. Allí sacamos fotos; las primeras vestido de sacerdote. Casi tengo cara de niño, y ya con todos los derechos y deberes de los clérigos.

Veo la película "Siguiendo mi camino". Me admiro del castigo que impusieron a unos seminaristas mayores por haber acudido a una sala comercial a presenciar este film: ¡una semana de ejercicios! Diez años más tarde parece normal esta cinta. ¡Cómo evoluciona la vida! Por lo visto hubiesen querido nuestros jerarcas que el cine fuera una tesis dogmática.

Soy miembro del jurado del concurso de belenes. Parece que por el hecho de tomar uno la sotana está capacitado para juzgar de estética. ¿Por qué otros años no me llamaron? Voy observando estos convencionalismos repetidas veces en mi vida. No importa, por desgracia, saber; es mejor parecer.

Don Agustín Arbeloa nos encomendó visitar los conventos, parroquias y demás edificios de la Iglesia, con el fin de investigar las obras materiales que han tenido lugar durante el mandato episcopal de Don Enrique y redactar para él un libro de oro con todas "sus obras". Algunos sacerdotes quisieron granjearse la mayor simpatía del prelado. ¿Quizás fuera una cortina de humo para que no aparecieran otros asuntos más serios? Pena me da ver este lagoteo. ¿Qué tendrá que ver el obispo con las cochiqueras (pocilgas) que las monjas de San Benito construyeron para su propio sustento? ¡Todo detalle engorda el volumen!

Lloré de pena cuando regresé de nuevo al caserón. ¡Qué bien se estaba en la libertad de las vacaciones clericales! No tengo todavía un corazón despegado.

Publico en pequeñas entregas la verdadera historia de mi vida de cristiano, sacerdote, padre y abuelo. Por razones obvias son supuestos los nombres geográficos de mis lugares de adulto. A muchos puede interesar.

José María Lorenzo Amelibia


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