Muchos son los caminos del Señor, las vías de espiritualidad.

Espiritualidad

Muchos son los caminos del Señor, las vías de espiritualidad.

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¿Por qué pensar: ¿el seguido por mí, por mi grupo es el único o es el mejor? Es preciso no juzgar a priori.

Hay santos del estilo del Padre Nieto, Teresa de Jesús, Pedro de Alcántara y santos de otro estilo: de los que dan la vida por el prójimo día a día y no llaman la atención a nivel mundial, ni siquiera nacional o regional. Todos, eso sí, consideran la oración como algo prioritario, el amor a Dios es la esencia de su vida. De ahí les brota el amor al prójimo.

Gran voluntad de amar a Dios y al prójimo. Mucha gente dice: el P. Kempis está desfasado. La piedad hoy no puede ser individualista. Conforme: no debe ser individualista, pero sí comienza por ser individual. Debe ser asumida por uno mismo; y esto es labor personal. No vamos a condenar a Kempis, ni a Foucauld. CADA UNO SIGUE SU CAMINO. El designado por Dios. Y tendrá, sin duda, un gran influjo el signo de los tiempos de su vida. Pero sin caer en las lagunas negras de esos tiempos.

Por cierto. Estoy leyendo ahora de lectura espiritual un libro hacia el cual un superior del seminario abrió mi sensibilidad en aquel cuarto curso de Humanidades: "Las florecillas de San Francisco!" Si no hubiera sido por él, quizás nunca hubiera entendido nada. Incluso me habría parecido algo semejante al "Lazarillo de Tormes". Pero logró entonces que yo descubriera la sensibilidad de la entrega, el espíritu de la sencillez ofrecido a Dios. Ciertamente entonces no calaba como ahora y me quedaba en la anécdota romántica. Poco a poco he ido dándome cuenta, desde que él abrió mi puerta al sentimiento de lo religioso, de ese mundo íntimo de la relación del hombre con Dios.

Cada uno reacciona de una manera. A veces no comprendemos a otros. ¿Quién puede comprender a un Fray Junípero cuando hace tonterías, lo van a ahorcar, encima está contento y se siente merecedor de todo castigo? Pero detrás de todo esto late un profundo amor de Dios que sobrecoge incluso a quienes no creen.

Espero, amigo, que tu vida interior siga madurando en esa profundidad de fe generosa y entregada.

Debemos seguir adelante, aunque nos cueste, en el camino del Señor. La luz llegará a raudales. No es necesario que dure mucho tiempo. Basta una ráfaga de su luz. Como el otro día cuando estaba yo en el monte. Me puse un rato en oración. Fue aquella una jornada soleada y buena. El cielo azul. Soledad total. Sin ruidos de aparatos mecánicos. Entonces experimenté a Dios como Omnipotente. Lo llenaba todo. Por encima del tiempo y del espacio. Parecía que abarcaba en su seno el pasado, el presente y el futuro. Mi fe se vio compensada de tal manera que estuve varios días con esta dulce impresión de claridad. Y no duró aquello mucho tiempo. Algunas veces lo cuento a los niños en la clase de formación religiosa. Y ellos se dan cuenta de que también en estos terrenos podemos disfrutar de nuestra experiencia. No es ningún fenómeno raro ni especial. Es un toque suave del Señor; a través de él nos damos cuenta de que no vivimos en tinieblas.

Lo importante es ir poco a poco aumentando este amor a Dios. Conocerle más y más en la lectura y la oración. Vencer nuestras inclinaciones hacia el placer y la comodidad; renunciar a nosotros mismos. Entrega cada vez más total a El. Como en aquellos años jóvenes cuando hablábamos de que había que entregarse.

José María Lorenzo Amelibia  

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