Algunos con la capa de santidad…

Crítica Constructiva

Algunos con la capa de santidad…

hipocresia

Mi padre era un autodidacta. Sin jamás sentarse en los pupitres del aula, llegó a una situación económico – social aceptable. Y sobre todo disfrutaba de un gran sentido común y práctico. De niño nadie le había hablado de Dios; mi madre decía que su primera Comunión la realizó en día de su boda. Pero yo le conocí siempre como hombre de una gran fe y profundo sentido religioso. Aunque nunca cayó en el pueril papanatismo de algunos meapilas. Me solía decir cuando yo estaba en mis primeros años de Seminario: “Algunos con la capa de santidad joden al prójimo”. Yo casi me ponía rojo; aquello me parecía injusto y tardé muchos años en barruntar que podía tener al menos parte de razón.

 Hoy, a mis setenta y cinco bien cumplidos, me doy cuenta de que era clarividente; que nadie se la daba con queso; y que tenía más razón que un santo. Podía yo escribir una lista larga de personas de esa categoría de falsa santidad que disfrutan fastidiando a su prójimo, a cambio de mostrase ellos mismos puros y perfectos, como los fariseos a quienes Jesús condenaba.

 No daré nombres por caridad, pero conozco personas que han disfrutado denunciando a compañeros para mostrarse ellos dignos ante el superior; amigos que han llegado a abandonar a personas buenas, de quienes han recibido favores y beneficios, por considerar que estaban en pecado mortal, metiéndose nada menos que en la conciencia del prójimo, en el santuario más profundo del ser humano, porque sí, por sentirse por encima de los otros. A pesar de todo no me atrevo a juzgarlos; pienso que en su fuero interno pensaban que hacían un obsequio a Dios. Superiores hipócritas que condenaban a sus subalternos por una debilidad, mientras se complacían en su propio orgullo y vanidad.

 Y todo ello con la capa de santidad. Son de aquellos que dicen: “Señor, Señor…” Y no recuerdan en el Evangelio la frase de Jesús: “No todo aquel que dice, Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos”.

Es hora de reflexionar; momento de autocrítica; tiempo de que cada uno de nosotros pensemos a ver cómo tratamos a nuestros semejantes en sus debilidades; si nos gusta ponernos como ejemplo, precisamente humillando, insultando y fustigando las culpas hipotéticas de los demás, mientras nada hacemos por corregir nuestros propios errores”.

 Si mi padre levantara ahora la cabeza, le pediría perdón por no haber llegado a comprender antes la frase gráfica que decía cuando acusaba a aquellos que bajo la capa de santidad maltrataban a su prójimo. Y cuando vivía mi padre, en teoría ya había pasado la inquisición. Pero todavía quedan resabios.

José María Lorenzo Amelibia                                         Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com              Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/  Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3                                          Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

Volver arriba