Con el capellán del hospital

Enfermos y Debilidad

Con el capellán del hospital

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Acudir al sacerdote

Ángel es un hombre joven, cuarenta años. Unas fiebres raras lo retienen en la clínica. Varias semanas de observación pero sigue la fiebre y se ignora la verdadera causa de ella; todo son hipótesis. Ángel comienza a agitarse; se le acabó la paciencia.

El capellán le visita una tarde. La conversación toma estos derroteros:  - Mire, padre, estoy harto. Llevo un negocio que empieza ya a tambalearse a causa de mi enfermedad; y aquí sigo.

- Ten un poco de paciencia. Dios aprieta, pero no ahoga.

- ¡Pues a mí ya me está apretando bastante!

- Voy a hablarte claro desde mi experiencia de fe. Las intenciones divinas son un misterio para nosotros. Pero sabemos que Dios siempre obra por amor.

- ¡Usted dirá…! ¿Qué amor cabe cuando nos manda una enfermedad en el peor momento de nuestra vida! Mi negocio puede fracasar; tengo tres hijos y varios empleados. Hay unas cuantas familias que dependen de mí.

- Sí, ya te he dicho que no podemos comprender los caminos del Señor. Llegará un día en que veamos clara su Providencia. Unas veces se propone dar un corte a la época de nuestra juventud, alejada del bien y olvidada de lo trascendente. Es necesario reflexionar y ver la fugacidad de esta vida. Nos parece a menudo que estamos aquí para siempre y no es así.

- También se puede llegar a esta conclusión sin estar enfermo, digo yo.

- Pero de hecho muchos nunca se lo plantearían. ¡Cuántas personas encuentran el origen de su sensatez en aquellas semanas pasadas en el hospital o en un revés de fortuna!

- Comprendo que usted como capellán tiene mucha experiencia de enfermos, pero es duro asimilar esta lección.

- He conocido personas que han cambiado de raíz en este hospital. Para ellos el tiempo transcurrido aquí ha sido más fructuoso que una tanda de ejercicios espirituales bien hechos. Algunos hasta vienen a visitarme después y se confiesan. Te aseguro que a mí mismo me estimulan en la fe.

- Bueno, no me queda más remedio que aguantar. Ojalá sepa yo sacar provecho de esta situación.

- Y también se puede formar la voluntad. Estamos muy apegados a los caprichos. En la clínica nos damos cuenta de que no se debe abusar de la comida, de la bebida ni de ciertos placeres.

- Gracias, padre. Tendré en cuenta todo lo que me dice; a ver si pronto puedo venir yo a visitarle, como otros que pasaron por aquí. Ver mi web de espiritualidad

José María Lorenzo Amelibia

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