Estamos ciegos, ¿o qué?

Enfermos y Debilidad

Estamos ciegos, ¿o qué?

A veces me parece que estamos ciegos; y mirando desde la perspectiva de la fe creo tener razón. ¡Menuda enfermedad la nuestra, y además sin ser conscientes de ella!

 Por supuesto, un ciego de verdad, perdería el resuello si supiera que iba a encontrar la luz: viajes a Barcelona, novenas al futuro santo, Lourdes… lo que sea con tal de ver. ¡Y pensar que a la vuelta de la esquina tenemos el Cielo y no nos preocupa! Más aún, solemos decir, ¡que tarde, que no hay prisa! De veras, o estamos ciegos o algún sentido nos falta.

             Hay cosas curiosas en la vida de los santos; por ejemplo, ciertas confidencias del Señor a ellos en la oración. Nosotros apenas nos las creemos, pero por curiosidad, algunas veces las leemos. Mira una de ellas: preguntaba el Señor a sor Catalina de Jesús si quería ir con Él. Sin dudarlo un momento ella contestó: “Sí, sí… Enseguida, cuanto antes…” Y santa Catalina de Sena, ante oferta semejante por parte de Dios respondía: “¿Por qué no ahora?” Otro caso, en este momento, de un hombre, el hermano José María de la Madre de Dios: cuando estaba en el lecho de muerte, el prior al verlo tan contento le preguntó el porqué de su alegría. Y él respondió: “Pues claro que estoy contento; como Dios me quiere llevar, me siento feliz”. Y se marchó de este mundo diciendo: “Adiós, hermanos míos, que me voy al Cielo”. Estos ejemplos no me los invento. Están escritos en el Año Cristiano Carmelitano. Se pueden ver en el tomo 1, día 12 de marzo. Estos datos y muchos más.

            Tal vez recuerdes algunas florecillas de la vida de Teresa de Jesús, la de Ávila. Era un grupo de monjas muy piadosas; incluso en los recreos gozaban de cantar coplas llenas de amor y deseo de ir a Dios para siempre. Algunas veces repetían a coro este estribillo: “¡Qué será, qué será cuando veamos aquella soberana majestad!” Y una de aquellas religiosas hubo de salir del convento al hospital. Barruntaba al marchar que ya no regresaría. Se encontraba muy mal. Y acordándose de la canción que tanto repetían en los ratos de asueto, les dijo a sus hermanas: “Ya va a dejar de ser para mí un enigma el “qué será”. Porque pronto voy a ver a Dios para siempre”. Y se marchó, más feliz que a bodas, saltando de gozo su alma.

            Cuando escribo estas líneas la Sociedad humana está preocupada con la pandemia de la gripe A. Y nos decimos con angustia: “¿Me tocará la china? ¡Qué miedo!” Yo creo que estamos ciegos, o al menos con miopía magna y sin lentillas. No vemos. Pero, Señor, te diré con el Salmo: “¿Quién hay semejante a Ti?”

José María Lorenzo Amelibia

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