¿Cuidan nuestros dirigentes la ortopraxis? Ser coherentes con el dogma y con el Evangelio

Crítica Constructiva

Ser coherentes con el dogma y con el Evangelio.

coherencia

Recordemos conceptos: a) Ortodoxia: equivale a que el dogma está conforme con la verdad revelada. Así es en la Iglesia Católica. Ningún cristiano puede poner en  tela de juicio el dogma. El magisterio de la Iglesia lo ha transmitido con fidelidad.

b) Ortopraxis: equivale este concepto a la práctica de obrar conforme al dogma revelado, conforme al Evangelio.

Nuestra Iglesia docente ha sido siempre fiel a la transmisión del dogma, pero ¿la ortopraxis?

Nuestra Iglesia docente siempre ha sido fiel a la transmisión del dogma; y lo será hasta la consumación de los siglos. Es la prerrogativa concedida por el mismo Jesús a Pedro y al Colegio Apostólico.

Completamente distinto es el problema de la ortopraxis. No existe la palabra “ortopraxis” en el diccionario de la Real Academia Española. Significa, lo repito, en el lenguaje eclesial la coherencia de la revelación, del Evangelio, del dogma con la práctica de tipo disciplinar o relacional.

A lo largo de la Historia la ortopraxis jerárquica ha sido muy deficiente. A primera vista recordamos en este aspecto los largos siglos de inquisición; las leyes, enjuiciamientos, castigos hacia aquellos a quienes se consideraba herejes o próximos a la herejía. Ha habido masacres. Es verdad que los dirigentes eclesiales no enviaban a nadie a la hoguera, pero lo juzgaban digno de ella, presenciaban las torturas…, por fin lo relajaban, esa era la palabra terrible. Después lo entregaban al poder civil para que les aplicara la pena.

Digo este hecho de la inquisición porque es de sobra conocido.

Pero también hoy y en todos los siglos existen incoherencias entre el dogma y la vida de la Iglesia, dirigida por la Jerarquía. Hay mucho que purificar. Tal vez tengan que pasar décadas para que nuestros sucesores escuchen el arrepentimiento de problemas hoy comunes dentro de nuestra legislación canónica; del modo como ahora oímos pedir perdón por pecados cometidos en siglos pasados. Y no me refiero a la mala conducta de papas, obispos y curas: esto responde a la conciencia privada. ¡Somos pecadores!. Me refiero a la legislación; la la práctica en el enjuiciamiento. Aquí sí que ha de purificarse la Iglesia: es decir los que dirigen los pasos de la Iglesia. Algún día procuraré concretar analizando distintas praxis de a lo largo de los años. De hecho en R.D. ya van aparenciendo muchos casos.

José María Lorenzo Amelibia
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