“El corazón del obispo” debía ser el corazón de Jesús, libre de la Ley

Informa ASCE

Asociación de Sacerdotes Secularizados ASCE

El corazón del obispo” debía ser el corazón de Jesús, libre de la Ley

La soledad humana del sacerdote, origen no último de desaliento y de tentaciones, sea atendida ante todo con vuestra fraterna y amigable presencia y acción [47] Antes de ser superiores y jueces, sed para vuestros sacerdotes maestros, padres, amigos y hermanos buenos y misericordiosos, prontos a comprender, a compadecer, a ayudar. Animad por todos los modos a vuestros sacerdotes a una amistad personal y a que se os abran confiadamente, que no suprima, sino que supere con la caridad pastoral el deber de obediencia jurídica, a fin de que la misma obediencia sea más voluntaria, leal y segura. Una devota amistad y una filial confianza con vosotros permitirá a los sacerdotes abriros sus almas a tiempo, confiaros sus dificultades en la certeza de poder disponer siempre de vuestro corazón para confiaros también las eventuales derrotas, sin el servil temor del castigo, sino en la espera filial de corrección, de perdón y de socorro, que les animará a emprender con nueva confianza su arduo camino” (Sacerd. Caelib. n. 93).

Es imposible en la práctica ser “superiores y jueces...” y a la vez “maestros, padres, amigos y hermanos buenos y misericordiosos”. Sobre todo en una materia que no es Evangelio, sino ley en una parte de la Iglesia, y que ha producido tantos males. Digo la “la ley”, no el celibato. Mientras haya “deber de obediencia jurídica”, la libertad del amor se vuelve imposible ante una ley discutida. Ley y evangelio, en esta materia, no concuerdan. No se puede anunciar el Evangelio y exigir esta ley. La vocación ministerial y la celibataria son evangélicamente independientes. Quienes las unen por ley no están en la libertad evangélica. Están en la “estupidez” de los gálatas: “¿recibistéis el Espíritu por haber observado la ley o por haber escuchado con fe?” (Gál 3,1-5). El don vocacional no viene por observar la ley celibataria, sino por obedecer a la fe, que sentimos en nuestro interior como voz de Dios, y nos confirma la Rufo Gonzálezcomunidad cristiana tras discernirlo. Exigir el don del celibato para aceptar una vocación ministerial, es “tentar a Dios”, imponerle nuestra ley. No es evangelio.

Rufo González


José María Lorenzo Amelibia
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