Para ti enfermo y para ti sano

Enfermos y Debilidad

Para ti enfermo y para ti sano

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 No puedo ya viajar como en años pasados. Me gustaba mucho, aunque no abusaba. Pero ahora es mejor. Me ha enviado un amigo, varios DVD con un sinfín de fotografías de todo el mundo. Desde mi casa, sin sudar, sin gastar gasolina, sin pegarme palizas, me paso todos los días diez minutos de auténtica contemplación admirada. ¡Qué maravillas en la naturaleza y en las obras del hombre! No me pena haber dejado mis viajes.

Y después de esta contemplación humana me resulta más fácil entrar en Dios. Pensar en el Cielo: en el gozo que va a suponer allí ver a Dios. Y esto nos llena de esperanza, de alegría y admiración a sanos y enfermos: a todos. Porque aquí se pasan ratos buenos, pero cuánto dolor… por algo decimos en la salve lo de “este valle de lágrimas”.

 La fe nos enseña que Dios es infinito: Todo sabiduría y todo amor. Que quiere nuestra dicha en la eternidad. Que Él es nuestra vida. Oye amigo, vamos a vivir de verdad esta fe; ¡que merece la pena! Por una parte, me fastidia que la puerta de entrada en el Cielo sea la muerte. Eso es una gaita, con todo lo que sufre la gente para morir. Pero no nos vamos a desanimar.

 Vamos a imaginar este paso como un arco de triunfo: arco rudo, tosco, muy viejo y antiguo, pero muy bello, aunque rudo. Y, sobre todo, detrás de este arco está el Cielo, nuestra morada definitiva. Merece la pena meditar con calma en esto. Detrás de ese arco está algo desconocido pero bellísimo, la más interesante que podemos imaginar. Ya verás: allí Dios se va a hacer presente en el alma. Y aparecerá el Cielo con todas sus luminarias. En fiestas me encantan los fuegos artificiales. “Ohhh…” se oye en el ambiente cuando los destellos son maravillosos. Cuando veamos el Cielo vamos a pronunciar un “Ohhh…” tan sonoro como al ver la luminaria más espectacular.

 Suerte la nuestra: entramos en la Vida y en la Sabiduría de Dios. Me dicen de una monja que cayó en éxtasis. Yo no soy muy amigo de estas cosas extraordinarias; pero sí me gustó lo que sigue: Salió la monja de aquel rapto muy gozosa y le preguntan sus compañeras, por qué está tan contenta. Y responde la monja: “Me han llevado por un camino pedregoso, llenos de cruces, después al final una puerta llena de resplandor. El camino está recorrido. Sólo me falta el paso final, la muerte, para entrar en la luz más esplendorosa”. Aquella mujer perdió el miedo a la muerte y quedó llena de esperanza. Qué maravilla. Sin que nos vengan éxtasis, vamos a mirar así nuestro destino.

José María Lorenzo Amelibia

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