En algo, todos somos enfermos
Enfermos y Debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
En algo, todos somos enfermos
(123RF)
La mayor parte de las personas somos en cierto modo enfermos a partir de los cincuenta y cinco años. Pero no me refiero a esta debilidad casi común. ¿Quién no tiene algún achaque? Pero los enfermos “de verdad” son los que pasan meses en las clínicas, los que sólo abandonan el lecho breves ratos durante el día y cada jornada han de ver el rostro de médicos y enfermeras.
Conocí a uno de éstos en una clínica de Madrid hace muchos años. No pasaría de los cuarenta y cinco. Supongo que tendría cáncer. Me decía con angustia: “Me siento inútil. Aquí me tienes desde hace seis meses y no sé hasta cuándo. Tengo hijos todavía pequeños y nada puedo hacer por ellos; siento morirme por mí, pero más por estos niños tan pequeños”. Son enfermos por tiempo indefinido, crónicos. Todos hemos conocido y visitado personas con estas dolencias. Su familia y tal vez algún amigo está dando el callo para sacarlo adelante, y él resignado y con frecuencia tristón agradece y trata de sonreír cuando no le abruman los dolores y molestias.
Hermano que sufres y no sabes hasta cuándo: no te sientas inútil; tu “oficio” actual puede, si miramos con fe y trascendencia, ser más eficaz para el mundo que el de los investigadores, políticos e incluso obispos. Es preciso que enciendas la luz de lo sobrenatural. Seguro que conoces el caso de grandes santos que han pasado gran parte de su vida unidos al lecho del dolor y a la pasión de Cristo. Algunos para conseguir la salvación del mundo, pedían al Señor mayores dolores. Yo no te sugiero tanto. Pero no permitas que el pesimismo penetre en tu corazón. Sí; busca tu curación, haz lo que puedas para ello. Mientras tanto ofrece tus molestias o dolores por la salvación del mundo, alejado de Dios. Da gracias a Dios porque te ha elegido para esta vocación de enfermo por tiempo indefinido. No te ha tratado el Padre Dios “peor” que a su Hijo Jesucristo que sufrió muerte de cruz. Al final de los siglos, cuando llegue el Juicio Universal veremos cuánto han hecho por la Iglesia y la salvación de sus hermanos tantos millones de enfermos e impedidos que han ofrecido su dolor.
¡Nada de creerse inútil! Unidos a Jesús somos la fuerza motriz del apostolado cristiano. Somos el don de Dios para cuantos andan buscando “algo”, y será la luz de la fe su gran hallazgo. Jamás hemos de desanimarnos. Seguiremos sufriendo, aunque a la vez busquemos la salud. Estoy seguro de que para muchos la época de su enfermedad ha sido la mejor temporada de su vida. Y a la otra orilla nos aguarda con los brazos abiertos Jesucristo resucitado y resucitador.
José María Lorenzo Amelibia
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