La episcopalitis, una enfermedad de muchos obispos

Crítica Constructiva

La episcopalitis, enfermedad grave

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No lo olvido: un arzobispo alemán hace alrededor de cinco años, dijo a sus compañeros que muchos colegas sufren una enfermedad muy propia, la episcopalitis.  En algunos es una dolencia muy aguda y llega a extremos sorprendentes, como lo fue en el Cardenal Segura, que vivió en España hasta 1967. Hicimos en su día un largo comentario de este personaje ambivalente, del que hoy aparecen en la Historia más sus sombras que sus luces.

Sin llegar a tales extremos es frecuente también ahora esta dolencia. Y resulta curioso que recién ordenados los obispos suelen ser personas asequibles; están confundidos con tanta dignidad y con tantas atenciones. Después, lo asimilan de tal manera que ¡cualquiera les tose! Se creen una casta aparte. Y, según me decía una monja, “la culpa no la tienen ellos, sino la docena de pelotas incondicionales que les rodean. Don X es sencillo con nosotras; nadie diría que es obispo. Pero en cuanto sale de su vida familiar… ¡la culpa quienes lo rodean!”

Y tal vez tenga alguna razón la hermanita al pensar así; porque en misiones, en lugares lejanos donde apenas disponen de clero, suelen ser los prelados más sencillos y normales.

Tuve un compañero que no llegó a obispo, pero en un sector eclesial, gozó de gran prestigio. A una conferencia que impartía acudió un número considerable de personas. Se abalanzaban sobre él para decirle algo, para verlo de cerca, para recibir su saludo. En ese momento, los ocho o diez incondicionales que siempre le seguían, lo rodearon a modo de policía para conseguir que nadie se le acercara demasiado. Y mi compañero me comentaba meses más tarde: “Fue impresionante aquella conferencia. Me sentía yo muy importante, rodeado por aquellos guardaespaldas… y con la gente que deseaba establecer contacto conmigo”. Así somos, así son nuestros obispos, sin pretender con esto generalizar, porque los hay sumamente sencillos.

Cuando nuestros monseñores padecen la episcopalitis, son duros, intransigentes, muy seguros de sí mismos. Saben escuchar mucho tiempo, pero cuando hablan, pronuncias sentencias definitivas; no tienen vuelta atrás. Dan pena. Se han creído que su dominio atañe incluso a las conciencias. Porque, aunque el obispo no dispone de una policía que fuerce a nadie, esgrime el arma de suspensión a divinis; aunque rarísima vez la ejecute; y puede condenar al ostracismo a sus curas, simplemente no haciéndoles caso. Y ¡pobre si le dice a alguno: “No estás en comunión eclesial”.

Esperemos que no se propague mucho esta enfermedad de episcopalitis. Para ello, señores obispos, estad muy encima de vosotros mismos y daos cuenta de que sois igual que los demás. Y que si habéis sido ordenados obispos, no sois dignos y vuestra autoridad sea de servicio y amor.

José María Lorenzo Amelibia                                         Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com              Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/  Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3                                          Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

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