La esperanza y fortaleza del ermitaño

Enfermos y Debilidad

La esperanza y fortaleza del ermitaño

ermitaño

He conocido de verdad a dos ermitaños. Dos personas que vivían en soledad. El primero, en una casa pequeña en plena naturaleza, junto a ella su capilla. El segundo era distinto, muy aciano, también pasaba su existencia en una choza – oratorio, pero a unos cien metros, y cercados todos por una misma tapia, habitaban otros dos compañeros. Más tarde, todos tuvimos la oportunidad de contemplar en televisión a otro ermitaño muy chusco, el hermano Salvador Romaguera. A mí se me hacía simpático, y nada más. No sé cómo enjuiciarlo. Pero todos estos solitarios impresionan. Son un aviso de esperanza del más allá; son testimonio de la fuerza de la fe frente a la debilidad religiosa de muchos.

 Hoy me hablaba un amigo de un cuarto hombre que vive en soledad. Incluso ha conseguido conversar con él de manera muy profunda. Este cuarto eremita no sabe más que hablar de Dios, dar testimonio de la vida eterna, animar a todos que se le acercan a confiar en Dios, a no desfallecer, a esperarlo todo de Él. Suele decir: “Las almas fervorosas suspiran por el Cielo”.   - Yo he conocido, por cierto, a muy pocas. -

Nuestro ermitaño – me lo contaba el amigo – pasaba ratos mirando al Cielo, pensando en la Gloria y alabando a Dios. Afirmaba: “Dicen que el amor es ciego, lo será; pero no se equivoca nunca. Con el amor me adhiero al mismo Dios. Busco unirme a Él; hacerme una cosa con Dios”. “En mi soledad siento consuelo en compañía de los santos, no me dejan solo; hacen de mi soledad la antesala del Cielo”. ¡Y pensar que tantas personas temen la soledad como un mal tremendo!

“Gozo en mirar la infinita verdad y esto hace de esta soledad un paraíso”. “Aquí estoy como en luz de eternidad con mi Dios. Le canto al Señor el himno del deseo y de mi alabanza unido a los ángeles”. “Tengo mi gozo en vivir con el Señor”. “Nada hay tan irresistible como el anhelo de unirse definitivamente a Dios. Todos los días me complazco en recordar esto”. “Los santos me hacen amable mi soledad, porque me hacen sentir que estoy más cerca del Cielo”. Nuestro querido ermitaño añoraba la llegada la muerte. ¡Y nosotros cuánto la tememos! Pero él era lógico con la su fe que también es nuestra fe.

José María Lorenzo Amelibia

Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com

             Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/

Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3                                          Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

Volver arriba