Al final de la cuaresma,  pronto la Semana Santa

Enfermos y Debilidad

Al final de la cuaresma,  pronto la Semana Santa

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            En tus años mozos de conversión buscabas el sacrificio y el dolor. Pronto llegarías a las cumbres de la santidad - así lo pensabas. “Para escalar grandes alturas del espíritu, el cilicio y las disciplinas espolearán mi pobre naturaleza - decías en tu fuero interno.”

Y transcurrieron los años, y aquel adolescente colmado de ideales sublimes se refugió en una madurez vividora de rentas ascéticas. En esta cuaresma haces un poco de revisión sobre tu vida. El sacrificio voluntario se ocultó con disimulo del programa de tu vida. Tus alas, grávidas de lastre comodón, tornáronse instrumento inútil. Ya no sabías volar.

Y el Señor probó tu corazón con martirios incruentos. Duro resultaba aceptar la amarga medicina; sangraba tu espíritu y gemía tu sensibilidad con vagidos de niño enfermo. Y en tus años maduros sabes qué es sufrir, qué es enfermedad, qué es sentirse incluso abandonado. Mil pruebas de acíbar acosaron todo tu ser: enfermedad opresora; personas muy amadas alejadas para siempre de este mundo; hombres revestidos de poder rompen la armonía de tu vida; te has sentido con frecuencia ninguneado…

“Basta, Señor, -decías. Pase de mí este cáliz. ¿Por qué a mí? ¿Por qué castigas a quien sabes que no puede resistir? ¿Has dejado ya, Señor, de amarme con ternura?

Y acudía a tu memoria la idea de San Agustín: Dios se comporta con nosotros como un padre con su hijo díscolo. Toma una vara del camino y castiga a su vástago con ella. Después arroja al fuego el instrumento, mas al hijo nombra su heredero. Besa ahora, amigo enfermo y gran sufridor, la mano correctora de Dios Padre. Acepta todo con paz y fe. Va preparando el Señor tu alma para que seas su heredero. Purificado ya, lánzate sin el lastre del placer viscoso en busca de lo eterno. Sal de tu escondrijo egoísta y entrégate a tus hermanos. Vive con ellos. Ayúdales a llevar su cruz. Compruebas en tu propia experiencia que el dolor y la enfermedad pueden ser un regalo de Dios. Y para estimularte más, vuelve a tus primeros caminos y abrázate también al sacrificio voluntario de tu juventud; él abrió horizontes de santidad y entrega. Llegará la Pascua. La paz va a inundar tu corazón porque en el paso por el mundo vas a notar que Jesús está cerca de ti.

José María Lorenzo Amelibia

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