¿Tú qué harías si Dios te hablara?

Una experiencia íntima de amistad

¿Tú qué harías si Dios te hablara?

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Esta pregunta le hice un día a un amigo. Y él me respondió:

- Pensaría que estaba "majara".

            Y sin embargo, si Dios nos hablara personalmente nos daría tal certidumbre que ni por un segundo podría venirnos la menor duda.

            Pero yo no pretendo esta "revelación" personal; me adhiero con toda mi fe a la revelación pública de las Escrituras. En ella se nos invita a la conversión. Sabemos por ella que Dios a todos los pecadores, aun a los más endurecidos, ofrece su misericordia para poder arrepentirse de los pecados. Medita un poco en estos pocos textos, aunque hay muchos más:

            "Dice Yhavé, no me gozo en la muerte del impío, sino que se convierta y viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos." (Ez. 33,11)

"No retrasa el Señor la promesa, como algunos creen; es que

pacientemente os aguarda, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia".  (2 Petr. 3,9)

            ¡En tanto vive el pecador en  este mundo, no debe desesperar! Conviértete; cree en el Evangelio; y vete al sacerdote, que en nombre de Cristo sellará el perdón de tus culpas.    

¡Que llaman a la puerta!

            Mi profesor de literatura nos recomendó tan vivamente que aprendiéramos los sonetos de Lope de Vega que todos los condiscípulos los sabíamos de memoria. Hay uno que lo he repetido en mi conciencia cientos de veces, y siempre me produce emoción y dolor de mis pecados. Es aquel que comienza así: "¿Qué tengo yo que mi amistad procuras...?" Sobre todo llega al clímax la emoción con aquellos versos: "¡Cuántas veces el Angel me decía: - alma, asómate ahora a la ventana, - verás con cuánto amor llamar porfía!  - Y cuántas, hermosura soberana, - ¡Mañana le abriremos, respondía, - Para lo mismo responder mañana"!.

            Y la realidad es que Dios, de continuo, está llamando a la puerta de nuestra alma. El Apocalipsis nos lo recuerda: "He aquí que estoy a la puerta y llamo". (3,20).

            ¿Y cómo nos llama el Señor? Por las gracias actuales; los avisos de Dios. He aquí unos cuantos:

            - A propósito de una buena lectura, predicación, buen ejemplo de alguien, o un buen consejo.

- A veces cuando el pecador realiza una buena acción Dios le premia con un buen deseo de arrepentimiento.

- En las tribulaciones, muerte de amigos o familiares se nos plantea siempre la brevedad de la vida y la conversión a Dios.

            Hace falta estar atento a las llamadas del Señor y no endurecer nuestro corazón, que se vive solamente una vez. 

 José María Lorenzo Amelibia 

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