Las jóvenes vírgenes se hicieron mayores

Enfermos y Debilidad

Las jóvenes vírgenes se hicieron mayores

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 He conocido chicas guapas, muy guapas. Y decididas desde sus veinte años a entrar en religión. Hace medio siglo era más frecuente que ahora ver casos como este. Querer a Dios sobre todas las cosas es el amor más noble que puede vivirse, y el más apasionante. Y estas chicas en unos Ejercicios Espirituales se daban cuenta de su vocación, y después de estudiarla con calma, la seguían. Medio siglo más tarde, ya ancianas, siguen con ilusión. Son hoy más conscientes de su debilidad, de que sin Dios nada hubieran hecho, pero perseveran en su clausura, porque saben bien de quién se han fiado.

La voluntad de estas jóvenes supo elegir a Dios para seguirle y amarle, porque Él es la causa infinita de todo lo creado, el Bien Sumo. Y nunca se arrepienten del paso que dieron. El deseo de ver a Dios y de poseerle sigue siendo su gran ilusión y su impulso más grande para perseverar. ¿Ha sido para ellas un don de Dios? Por supuesto, pero también un gran mérito por su parte al haberle seguido con decisión durante tantos años. Y no podemos decir como el chiste malo de: “Se han casado con Cristo, porque no había quien se casara con ellas”. Las dos que conozco y siguen en la brecha, tuvieron más oportunidades que cualquiera de sus compañeras.

            Abandonar bellezas, riquezas, posiciones, felicidades del mundo para ser testigos del amor de Dios a los hombres. ¡Bella y sublime vocación! Las almas puras, iluminadas por la llama del amor de Dios, no pueden dejar el pensamiento del Cielo, su verdadera Casa. Y todo su amor está en el esposo que eligieron. Sólo Dios puede llenar los insaciables deseos de la persona. Su recuerdo dilata el corazón. Para Dios sólo, quieren estos seres privilegiados su vida. Ellas son “los siervos del amor”. Así las llamaba Teresa de Jesús.

 Por eso las religiosas y religiosos de vida contemplativa son para todos, testimonio de fe y amor, de esperanza. Nos enseñan a no temer la muerte, antes bien a desearla para unirnos con “el Dios que llenó de alegría nuestra juventud”, y sigue siendo nuestro gozo en la ancianidad, porque de verdad está cerca y para siempre. Desear a Dios. ¡Ven cuanto antes porque Tú eres nuestra felicidad sin ocaso! ¡ Y para Ti hemos sido creados!

            Vivir, sí, con los pies en el suelo, pero con la esperanza en el Cielo. Y diremos con Juan de la Cruz: Buscando mis amores/ Iré por montes y riberas;/ NI cogeré las flores,/ Ni temeré las fieras/ Y pasare los fuertes y fronteras”.

José María Lorenzo Amelibia

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