No tengamos miedo al miedo
Enfermos y Debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
No tengamos miedo al miedo
(Áre
a humana)
Estas breves sentencias dicen que la pronunció el republicano Azaña para expresar de una forma lapidaria algo que corroía el interior de muchos ciudadanos, el miedo. El miedo causa la debilidad en muchas personas que se acoquinan en un rincón de su alma; en otras, una valentía extraña que las incita a machacar a su enemigo. Las mayores iniquidades se han cometido guiadas por el temor. Y por otra parte la máxima debilidad es con frecuencia un quiste maligno causado por el pavor. Es preciso luchar, sí, contra el miedo, pero no con la misma arma, ni con la contraria, sino con el amor. Que jamás nos lleve el pánico a aliarnos con la injusticia. El mal se destila muchas veces en los alambiques del temor; es una flor con semillas negras; un veneno que fluye de la duda ante el fracaso, como reacción contraria a la cobardía. Hay que tener cuidado.
Hace unos meses veía la película “Infiltrados”, que pasó sin pena ni gloria, Óscar del 2007. En aquel film, para mí desventurado, todos temían a una rata infiltrada en las filas de la policía. Para luchar contra la alimaña quebrantaban todos los principios morales. El hombre ya no era un ser investido de dignidad propia, sino una posible rata a extirpar. Lo importante, no ser desposeídos del poder. Allí iban muriendo uno a uno todos, a causa del temor, hasta que la misma rata venció al último policía superviviente. No es una solución matar, sino quien está investido de poder es el primero que ha de luchar contra el pánico con amor. Pero los más débiles, los que se acoquinan, ¿cómo podrán luchar y vencer en esta batalla del miedo que se forja en lo más íntimo de la persona?
A lo largo de los años he leído muchas decenas de biografías de personas santas. Muchas de ellas eran tímidas, asustadizas, como sin fuerzas para nada, miedosas. Algunas incluso han pasado toda su existencia aquejadas de enfermedades y dolores que parecía las iban a aniquilar. Pusieron en Dios toda su esperanza y confiaron en Él. Del Señor han sacado fuerza para entregarse a grandes empresas. Incluso muchas de estas personas decían que precisamente Dios desea para su obra la debilidad, más que la fortaleza. El amor a Dios les daba confianza y les ayudaba a ser valientes y entregados, a vencer el temor. Está claro: ni siquiera hemos de tener miedo al miedo.
José María Lorenzo Amelibia
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