Una noticia vieja de enfermos

Enfermos y debilidad

Una noticia vieja

convento

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            Nos gusta enterarnos de todo, pues bien, una noticia antigua: Ángela de Foligno es la mayor mística franciscana. Y es tan nuevo este mensaje que estoy seguro de que para muchos es la primera vez que se enteran. Nació Ángela hace muchos años: casi ochocientos. Era uno de los tres autores preferidos para Teilhard de Chardin, junto con Juan de la Cruz y Teresa de Jesús. Pero sólo me voy a fijar hoy en cómo apreciaba esta santa el dolor humano.

En “El libro de la vida” nos dice entre otras muchas cosas:

 Un hombre invita a sus amigos a un banquete, pero muchos dejan de asistir. Quiere a todos y a todos convida; a sus preferidos los colocará junto a él. Es lo mismo del Evangelio. A todos llama el Señor a la vida eterna. Nadie puede excusarse de no haber sido convocado. Desde la Cruz nos indica su amor. Y nos ofrece la salvación por medio de la parábola de la gran Cena. Todas estas cosas contemplaba la santa en su oración, como explicadas directamente por Jesús. Entonces ella le preguntó:

“¿Por qué camino han venido los invitados?” Y Jesús le respondió. “Por caminos de tribulación. Son vírgenes, pobres, pacientes, enfermos”.

Siempre lo mismo; los santos lo han llegado a comprender; nosotros, no tanto. Pero el camino real de la salvación, de los preferidos del Señor está aquí: la pobreza, el sufrimiento, la enfermedad, la virginidad. Sendas distintas y semejantes: renuncia, abnegación, entrega plena. Quienes no hemos tenido valor para seguir a Jesús en la plenitud de los tres consejos evangélicos: pobreza, castidad, obediencia, al menos hemos de acomodarnos en el segundo tren, el de saber sobrellevar con amor las calamidades e infortunios de la vida. Esto es más fácil; no es necesario el arrojo y decisión de los mártires, misioneros, almas generosas que se ofrecieron y perseveran con valor en el camino. Pero aunque sea en vagones de segunda clase, que el Señor nos lleve a su Reino.

 No despreciamos el dolor; luchamos, sí, contra él, porque Cristo también luchó, pero nos queda siempre el meollo del mismo, lo más fuerte que nunca puede eliminarse; en lugar de sufrir como quien no tiene fe, lo aceptamos como venido de la mano de Dios. No hemos de perder el segundo tren.

José María Lorenzo Amelibia  

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