Una novela necesaria para curas y obispos: “Los miserables”

Para los Obispos

Una novela necesaria para curas y obispos: “Los miserables”

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Acabo de leer de nuevo una de mis pocas novelas favoritas: “Los miserables” de Víctor Hugo. Siempre que me ocupo de ella me viene el mismo pensamiento: “¿Por qué los inquisidores de aquel tiempo colocaron en el índice de libros prohibidos esta obra literaria”? A mi alma produce mayor bien que muchos libros de lectura espiritual. Incluso suelo recomendarla a jóvenes sacerdotes y la mandaría meditar a los nuevos obispos.

            Admira uno en aquella sabrosa lectura la bondad, pobreza y humildad del prelado. Nos llenamos de gozo ante la sincera conversión de un antiguo presidiario, el protagonista. El corazón se llena de ternura cuando el primer personaje, Jean Valjean, acoge a una niña huérfana, Cosette, la defiende y tutela, la saca adelante y es capaz de renunciar a su cariño para que aquella criatura consiga alcanzar el sueño de toda joven, un feliz matrimonio.

            ¿Pero por qué hubo de ser colocada esta novela en el índice de libros prohibidos? ¿Tal vez porque el policía Javert sale malparado y con él la intransigencia, la fuerza de la ley por la ley? Y es que el tal policía había de cumplir su “deber”, aun a costa de condenar a un hombre santo por el “terrible” delito de haber robado en su juventud una hogaza de pan y haber huido después de la cárcel. 

            En nuestro tiempo, es deseo común la reinserción en la sociedad de los marginados, dar una oportunidad al delincuente, ayudar al fracasado. Pero el hecho triste es que, durante muchos años, ha mantenido nuestra jerarquía la excomunión de quienes leían los libros del índice. En la década de los sesenta se suprimió tal agobiante mandato. Hoy nos damos cuenta de que se extralimitaron.

            No dudo de que dentro de unos años suprimirá la jerarquía de la Iglesia muchos cánones agobiantes que hoy nos traen de canto a muchas personas. ¿Cuándo se van a dar cuenta de aquello que Jesús decía a los fariseos: “¿Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo”?

            Por eso insistiremos siempre con mansedumbre y amor en estas críticas. Que nuestros obispos y curiales las tengan en cuenta y cambien. Porque la Iglesia ha de ser madre de salvación; así la fundó Jesús. No se trata de actuar a lo Javert, sino al estilo del obispo de nuestra novela, D. Carlos Francisco Bienvenido Myrie.

 José María Lorenzo Amelibia

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