Soy padre. Testimonio

Informa ASCE

Asociación de Sacerdotes Secularizados ASCE

Soy padre. Testimonio

Con toda la certeza se acercaba el momento. Comimos rápidamente y nos dirigimos a la clínica. Habíamos solicitado parto sin dolor. La primera noche yo no podía dormir. Estaba pensando en qué nombre te pondríamos. Pensábamos como posibles: Ruth, Sara, Miriam, Elena... No nos habíamos decidido. Entonces se me ocurrió que el mejor nombre sería Paz o Irene, que significa lo mismo. A la mañana siguiente nos decidimos por Irene.

Pimpollos


Me doy cuenta de que ser padre es algo que solo puede comprender del todo quien lo sea; participo de una manera muy directa en la obra creadora de Dios y me siento agradecido. Siento agradecimiento a mi hija. Antes de ser padre pensaba yo que solo los hijos éramos deudores. Ahora mi opinión ha cambiado. ¡Es tanto lo que nuestros hijos nos regalan! Uno de los gozos más puros de la vida se encuentra en la paternidad consciente. El sacrificio por nuestro retoño es hontanar que desborda de alegría.


Vendrán con el tiempo problemas… que no han llegado nuestros vástagos tan alto como era nuestra pretensión. Pero la paternidad siempre es un don, una experiencia de gozo y generosidad. Y… ¡por supuesto la maternidad! Mi esposa se siente muy gozosa y realizada como persona.

Con nuestra nena pequeñina, preparando su bautismo, llenos de ilusión. Le digo al Señor: Haced Padre, Hijo, Espíritu Santo de su alma vuestro cielo para poder contemplaros. Y nuestra hija será así pronto también hija de Dios por el Bautismo. ¿Qué es lo de aquí abajo comparado con las realidades del futuro? Hemos de trabajar en su porvenir de persona, y sobre todo en su alma, que viva la realidad de su fe.

Llegó el día 12, la fiesta del Pilar, el que elegimos para que recibiera Irene las aguas bautismales. Yo tenía mucha ilusión por este día. Ser cristiano es maravilloso, es ser hijo de Dios, amigo de Dios, miembro vivo del Cuerpo M. de Jesús. Elegimos para que te bautizara un amigo mío, Goyo.
Día grande y hermoso. Tomo en mis manos a mi hija después de ser bautizada y la beso, diciendo estas palabras que pronunciaba San Luis, rey de Francia: “Hasta ahora eras solo hija mía y de tu madre, desde ahora eres hija de Dios”. Después de recibir este sacramento hemos ido con la nena Irene al altar de la Virgen María y se la hemos ofrecido con el acto de consagración: “Oh Señora mía, oh Madre mía yo me ofrezco todo a Vos...”

José María Lorenzo Amelibia
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