La psicóloga, el héroe y el santo

Enfermos y Debilidad

La psicóloga, el héroe y el santo.

enfe santo

 Lo comenté con una psicóloga. Siempre me había producido extrañeza la figura del héroe patriota, del soldado que, arriesgando su vida, se lanza contra el enemigo, traspasa la línea de fuego, y provoca una masacre para tal vez ganar la batalla, pero él sabe que va a morir acribillado por los contrarios. Decía la psicóloga: “Yo tampoco lo llego a comprender, en una normalidad de juicio. Se trata de una persona con psiquismo débil y de muy baja autoestima; alguien alterado del todo en sus facultades mentales”.

No entro en la cuestión moral de estos soldados. Pero el “héroe” suicida, tipo kamikaze japonés o moderno, obra a todas las luces contra la ética. Tanto por ser él mismo quien dispone de su vida, como por la acción terrorista que ejecuta. Somos administradores, no dueños de nuestras vidas.

 Cuestión distinta, ¿es lícito desearse la muerte a sí mismo o a nuestro prójimo? Y hemos de afirmar que puede ser bueno, de mucha fe y amor a Dios querer el final de nuestra existencia en el mundo. San Juan Crisóstomo dice de la muerte: es un puerto tranquilo; no hemos de huir ella ni temerla; nos lleva la inmortalidad eterna junto a Dios; pero la mala muerte es pésima ante la presencia de Dios. Santo Tomás nos asegura: “La muerte es deseable porque nos conduce a la vida eterna”.

 La valentía del soldado de nuestra cuestión es absurda: la patria no se lo puede pagar con la eternidad feliz, sino con un monumento o recuerdo, y, por supuesto, sus jefes no se apuntarían a la heroicidad. El criminal y atracador desprecian la vida propia y la de otros; la del alma y la del cuerpo. ¡Éstos sí debieran temer la muerte!

 A Dios hemos de amar, y querer estar por siempre con Él en la gloria. Por eso no es malo, antes bueno y santo desearse la muerte a sí mismo y quererla para los demás cuando el fin es ir a Dios. Pretendemos entonces el mayor bien. Es pecado quitarse la vida o atentar contra la de otros, pero desearla para nosotros o nuestro prójimo por un principio de amor, es bueno y santo. Curioso: Sor Isabel de la Trinidad peregrinó a edad muy temprana para pedir a la Virgen María morir joven. Teresa del Niño Jesús recordaba en su oración tierna al Señor que viniera a robarla.

 Si nos diéramos cuenta de lo que es Dios, su Hermosura, Majestad, Omnipotencia… “¿Cómo es posible que yo ame a Dios de veras y no esté deseando morirme por verlo?” - decía el padre Juan de Jesús y María. Y nuestra psicóloga entendía bien esta postura del cristiano.

José María Lorenzo Amelibia

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