Los muy seguros, signo de inmadurez

Enfermos y debilidad

 Los muy seguros

segur

¿Seguros?

 Sentirse muy seguro es signo de inmadurez; solo los inconscientes se creen muy seguros. Pero aun sin experimentar este dulce sabor del opio, nos comportamos con frecuencia como si nada amenazara nuestra vida. Quien no siente su propia debilidad, algo le falta; tal vez sea por eso mismo, porque es extremadamente débil.

 Antes o después a todos nos llega el momento hacer frente al sufrimiento de una u otra manera. Miles de personas comienzan cada jornada el viaje por los senderos del dolor. Somos vulnerables en extremo. En el aspecto psicológico podemos pasar en pocos minutos de un estado de regocijo a una depresión profunda; en el alma se multiplican las heridas íntimas sin apenas darnos cuenta: soledad, incomprensiones, pretericiones, indiferencia por parte de quien nos debe mucho agradecimiento… Mucha gente que nada en la abundancia se encuentra vacía, sin ganas de vivir; le aburre una existencia tan reiterativa.

 El cuerpo sufre de continuo: molestias pasajeras o duraderas; enfermedades y terapias intensivas que también mortifican. No digamos ya del anciano, para quien todo son achaques; o del minusválido, siempre dependiente de quienes le han de ayudar. La mente también padece: dificultades para entender, para estudiar, distracción que nos abruma, ideas obsesivas, consideración de la falta de libertad y del mal estado del ambiente exterior. A esto se añade el cansancio interior, el agotamiento, las manías y complejos que nos pueden traer de calle.

 Y si llegamos a mirar las llamadas enfermedades sociales: drogadicción, juegos de azar que se agarran al alma como lapas, alcoholismo, sida. ¡Cuántas familias destrozadas a causa de estos males!

 Los muy seguros solamente llegan a darse cuenta de la realidad, cuando maduran, cuando los años tiñen de plata su cabeza y su alma llega a ampliar el panorama total de la existencia. Este mal se cura pronto; cuestión de años. Pero lo importante es no abrumarse, cuando uno levanta la cabeza, con un panorama tan duro. Muchos toman como remedio el evadirse, divertirse, no pensar. Tarde o temprano tropezarán con la realidad en sí mismos o en sus seres más queridos. Yo miro el panorama siempre desde el punto de vista trascendente: Dios nos ha traído al mundo durante una temporada, y nos espera en la otra orilla. El bienestar, el placer y el dolor nos los propone el Señor como instrumentos para que elevemos nuestra mente a Él. En nosotros está drogarnos con la distracción o plantar cara al problema y elevarnos hacia Dios que nos espera incluso en esta vida con los brazos abiertos.

José María Lorenzo Amelibia  

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