Somos muy sensibles para rescatar muertos, y poco lógicos con el gasto.

Somos muy sensibles para rescatar muertos, y poco lógicos con el gasto.

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El rescate

          El 13 de enero del 2019, un suceso que a todos nos sobrecogió: un niño de dos años, por nombre Julen, cayó a un pozo muy hondo y muy estrecho; tan solo tenía  veinte centímetros de diámetro, pero  la profundidad donde parecía estar retenido su cuerpo era de setenta metros. Habían perforado años antes el suelo en busca de algún acuífero y fue inútil  el esfuerzo. Lo taparon  con una piedra; desapareció al cabo de los meses aquella cobertura, y el pobre Julen, mientras jugaba, cayó por el agujero... Toda España estuvimos conmovidos. Hoy lo recordamos con pena.

          Durante catorce días se esforzaron por sacarlo, pero resultaba imposible: no había herramienta ni instrumento  alguno que pudiera extraer de allí al bebé, presuntamente ya cadáver. Se alquilaron varias máquinas excavadoras, que  removieron  40 mil toneladas de tierra para lograr, en paralelo, buscar el punto exacto donde yacía el niño muerto. Al fin después de varias semanas consiguieron su objetivo; el gasto ascendió a más de dos millones de euros, sin contar el esfuerzo de alrededor de trescientas personas que trabajaron como voluntarios.

          Ahora que ha pasado ya el tiempo y miramos con perspectiva el problema, se plantean un interrogante. ¿Es necesario emplear tanto esfuerzo para rescatar un cadáver? Hemos conocido épocas, anteriores al descubrimiento de los frigoríficos,  en las que, cuando fallecía una persona en un barco, se le oficiaban allí mismo unas exequias y después se depositaba el cadáver en el mar. Hoy, durante semanas se trabaja para rescatar de las aguas a un muerto. No llego a entenderlo. Tenemos una exquisita sensibilidad para esto, en cambio, millares de refugiados de países en guerra yacen hacinados en campos de concentración, ante la indiferencia de las naciones: hambre, miseria, enfermedades, fríos extremos, calores sofocantes, y las autoridades que gobiernan las naciones no se ponen de acuerdo para solucionar estos dramas humanos. Se encubre todo con un buscado silencio, y aquí no pasa nada.

          Es hora de que socialmente vayamos asentando la cabeza. Y me refiero no a  casos de rescatar a personas vivas, como los atrapados en una mina, sino a los esfuerzos inmensos para extraer cadáveres y después volver a sepultarlos o a incinerarlos. No lo entiendo.

Crítica Constructiva

José María Lorenzo Amelibia                                        

José María Lorenzo Amelibia                                         Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com              Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/  Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3                                          Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

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