No estamos solos

En la década de los 70 comenzó su andadura la asociación de sacerdotes casados de España, ASCE –. Pero no estamos solos en el mundo. Por todo el orbe católico está extendido este movimiento. Tiene que ser el soplo del Espíritu Santo que de una manera espontánea ha hecho surgir el problema en numerosas naciones.

El primer encuentro internacional de sacerdotes casados se celebró en Italia, durante seis días permanecieron reunidos los responsables para tratar temas de aspecto teológico o pastoral. y para decidir las posturas a tomar.

Se pretende, en primer lugar, que se readmita al sacerdocio a todos los presbíteros casados que lo deseen. Desde los primeros años de la década de los ochenta, periódicamente se celebran en el mundo simposios, para hacer tomar conciencia a nuestra Iglesia de que hoy existimos sacerdotes casados que queremos continuar como pastores de comunidades de fe, y que para ello es preciso elaborar la oportuna reglamentación y cambiar la legislación actual.

A lo largo de los años, han sido numerosas las aportaciones y sugerencias. Merece destacarse:

Pedir al Papa Juan Pablo II que abra de nuevo las puertas a los clérigos que soliciten la dispensa del celibato. (Recordemos la gran demora en conceder dispensas en aquellas décadas)

Suplicar que se ponga de nuevo en marcha en la Iglesia latina el sacerdocio casado.

Ermita

Nunca ha tenido la Iglesia mayor pureza que en los primeros siglos, cuando todavía no existía la ley del celibato.

No hay que enterrar este singular talento que poseemos – era una de las frases más oídas en los pasillos y en el aula -: ser a la vez casados y sacerdotes.

Nunca negamos que pueda haber sacerdotes célibes, pero que sean solamente aquellos con verdadera vocación a la virginidad, de tal manera que, aun sin ser sacerdotes, fueran también célibes.

Siempre queremos estar unidos a la Iglesia Católica y al Papa, y a la vez con voz profética insistir en esta necesidad.

Recordemos que San Pedro fue primer Papa casado, y Juan XXIII el pontífice de la apertura, que intentó regular la ley del celibato, pero tuvo que contentarse con permitir el matrimonio a los sacerdotes que optaran por él, aunque no pudieran después ejercer el ministerio. Quedó una asignatura pendiente en aquel tiempo y sigue sin ser aprobada, casi sesenta años más tarde.

José María Lorenzo Amelibia
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