¿La pederastia clerical se ha convertido en una caza de brujas? El nuevo “dogma” de la transparencia nada soluciona, pero engendra intriga y desconfianza

Cómo se ha ido fraguando la transparencia 

El nuevo “dogma” de la transparencia nada soluciona, pero engendra intriga y desconfianza

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 (Facebook)

Comenzó a fraguar el “dogma” de la transparencia en el último tercio del siglo XX, en la década de los setenta.  Y se inició en el estamento político, cuando algunos dirigentes de diversos partidos  eran juzgados y condenados  por corrupción: ¡otro vocablo polisémico moderno!,   que hubimos de asimilar en nuestras conversaciones. Los sucesos reiterados de apropiarse del dinero público crispaban el ambiente de la ciudadanía. Y pronto se fue preparando un procedimiento para que los nuevos candidatos al poder político declararan, antes de ocupar sus puestos, todos sus bienes patrimoniales. Era necesaria una transparencia total y en parte ha servido de solución. Así fueron los comienzos.

Los primeros escándalos de pederastia   clerical estallaron en 1992 con una serie de casos de abuso sexual en Boston... Han costado cientos de millones de dólares a las iglesias;  y sobre todo ha cundido el desprestigio y desconfianza con relación a los sacerdotes. La realidad es que la mayor parte del clero vive su celibato, es virtuosa, y cumple con su ministerio animando a sus fieles y ayudándoles en todo lo que puede: son evangelizadores. 

La filmografía en el mundo, a raíz de los primeros escándalos de pederastia, se desató y la transparencia derivó en espectáculo. Por citar algunas de las muchas películas que tratan del tema: “La raíz del miedo” (1996), “La mala educación” (2004), “Los niños de San Judas” (2003), “La duda” (2008)...

Y llega el caso Marcial Maciel que engañó hasta al papa Juan Pablo II. El cardenal Ratzinger lo descubrió todo. Mas, a pesar del golazo metido al Papa Viajero, fue canonizado pocos años después. 

Una vez elevado Ratzinger a la Silla de Pedro, le llegó un aluvión de denuncias. Todavía hubo cierta reserva para no exponer a la luz pública toda la pederastia y abusos.  Y Benedicto XVI tuvo un pontificado muy doloroso; intentó, hasta donde pudo, guardar discreción y acabó por dimitir. Algunos dicen que una de las causas del abandono de su pontificado temor enfrentarse con cuanto se le echaba encima… Yo me inclino a pensar que no fue esa la causa principal; era un hombre muy inteligente, vio disminuir su fuerza física y pensó que era mejor dejar el turno a otro pontífice más joven.

            Hasta hace unos cincuenta años los trapos sucios se limpiaban en casa.

Y con todo el problemón de la pederastia clerical se encuentra nuestro papa Francisco. Le abruman y acosan por todas las partes, casi le ahogan con un mar de denuncias: muchas de ellas con pruebas fidedignas, otras del todo falsas… hemos de ponernos en su lugar.

Y hace unos años ha llegado el clímax de la transparencia. No se trata solo de la transparencia en lo económico; también en lo sexual.Sin ninguna definición ex cathedra tenemos este nuevo dogma social. 

A nuestro querido papa Francisco le pareció lo mejor adherirse al nuevo estilo mundial de la trasparencia en todo;  y por ahí ha enfocado tanto los problemas y escándalos económicos del Vaticano como el sin número de denuncias que casi a diario llegan a su conocimiento.    

Y salieron las normas concretas de nuestra Pontífice que ordenan la creación en cada diócesis de una comisión para examinar las denuncias contra curas pederastas y acoger con amor a las víctimas. Los medios de comunicación van en consonancia con este deseo pontificio.

            Y en nuestros días aparecen los grandes escándalos: más de 300 mil víctimas por pederastas en Francia, pasan de 400 mil las asignadas a España y otras muchas naciones no andan a la zaga. La calumnia va asociada a la transparencia, las fuerzas del mal se ensañan, vituperan y persiguen a la Iglesia.

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(Regeneración)

El problema de la pederastia clerical se ha convertido en una caza de brujas, un martirio para sacerdotes, obispos y cristianos buenos. Varios curas amigos, virtuosos y con vida de oración y responsables, me han llegado a decir: “Nos encontramos indefensos, si a alguien se le ocurre denunciarnos, cautelarmente nos apartan de nuestro ministerio.  La pesadilla corroe al acusado, aun siendo inocente.Si después de tiempo  se demuestra su inocencia, eso nunca aparecerá tan nítido como la presunta culpabilidad”. Tenían motivo mis amigos para pensar así. De todos fue conocida la condena de aquellos sacerdotes de una diócesis andaluza… estuvieron más de un año condenados por tribunales de la Iglesia. Después, la ley civil los declaró inocentes. Esto ya lo conocen menos personas. ¿Se les ha hecho a estos sacerdotes justicia y una reparación pública?

            Un amigo mío, sacerdote americano, cometió  la ligereza de chatear con algunos adolescentes asuntos menos convenientes. Fue denunciado a la corte civil. Y después de varios meses apareció su inocencia por la ley civil. Pero su obispo, ni corto, ni perezoso, en el ínterin, sin juicio previo, pidió para él la secularización de oficio. Y después de dieciséis años, todavía sigue en la calle, ha reclamado, pero todo ha sido inútil… ha solicitado a algún obispo bueno que lo acoja, imposible… ¡un sacerdote menos para la Iglesia! ¿Quién se va a exponer a acoger a este sacerdote bueno?

Llega en nuestros días el casoJavier Garrido, un franciscano de prestigio sin igual: nos ha ayudado a muchos miles de cristianos en nuestro camino hacia Dios. Y es condenado por el tribunal de La Rota por el delito de solicitación en confesión y falsa mística. Y sí, acatamos la sentencia; nuestro total respeto al tribunal. Pero… llega en tiempos en que funciona a tope el nuevo “dogma de la transparencia”, y en virtud del mismo, sus hermanos lo anuncian a todo el mundo. ¿Cómo este “dogma” puede llegar a proclamar a los cuatro vientos algo que ha ocurrido en lo más oculto e íntimo del sacramento de la penitencia?

            Aún hay más: en una diócesis de España han pedido a todos los sacerdotes que soliciten certificado civil que demuestre que no tienen delitos sexuales. Y pensar que esta circular la han enviado a clérigos que jamás han tenido ningún delito, ni sexual ni no sexual, ni siquiera les han puesto nunca una multa de tráfico... Es muy triste sí.

¡Hasta dónde han llevado el dogma de la "transparencia”! Me da la impresión de que eso de la pederastia clerical ha derivado en una caza de brujas. Basta con denunciar y ya el cura queda en entredicho, y ¡a sacar dinero!…

En mis años de clérigo oí solamente un caso de pederastia. De seminarista conocí otro. Y hace varios años… a un antiguo compañero de mis tiempos de estudiante lo han metido a juicio civil. Llegan a un acuerdo y se reconoce él mismo culpable. Todo consistía en que sacó algunas fotos indecorosas a niños... De todos los modos, no lo han echado del clero. Me parece que su arzobispo se ha portado bien pasándole el sueldo clerical en su ancianidad.

            Y supongo que, si a mí me duele, más les dolerá a los curas diocesanos y de órdenes religiosas, les repugnará y les indignará. ¡Qué triste! ¡Qué hipocresía, qué caza de brujas!  ¡Y qué manera de seguir estigmatizando a los sacerdotes! Me duele como cristiano.

La consecuencia de toda esta transparencia es que hace mucho daño a los sacerdotes, por el miedo; y al pueblo fiel por la desconfianza hacia sus pastores.   

Pedimos más sentido común, más equilibrio emocional, más sapiencia. La misma que ocurre en otros estamentos que trabajan con la niñez y juventud. No se trata de seguir la corriente de periódicos sensacionalistas, ni de gente descreída. Entendemos que cada uno piden perdón por las propias culpas: no por las que cometió su bisabuelo, ni siquiera por la cometida por su padre ni por su hijo. Aquí se podría aplicar el refrán: “Cada palo, que aguante su vela”. Que la ley civil juzgue a los culpables y la jerarquía de la Iglesia que siga el ejemplo de Jesús recibiendo con misericordia al pecador. Odio, sí, al pecado: misericordia con el pecador.

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Bonifacio VIII (Reconti di libri )

La Historia se repite: en los siglos de la hierocracia, cuyo clímax fue en tiempos de Bonifacio VIII, el pueblo fiel admitía y defendía lo que le ofrecían los papas y reyes de aquellos tiempos: la Inquisición. Hoy el pueblo fiel defiende,  como dogma social, la transparencia. Pero los efectos de la hierocracia e inquisición son muy distintos a los de la transparencia. Entonces todo el mundo tenía que bajar la cabeza y decir amén y creía o de verdad o a la fuerza. Ahora, la transparencia afianza en su increencia a los alejados y atemoriza a los sacerdotes y religiosos. Y las vocaciones disminuyen.

            Varios siglos después de la Inquisición ha llegado el momento de pedir perdón de aquello que tan bien era juzgado por el pueblo. ¿Llegará tan tarde a descubrirse que tampoco es beneficioso para nadie el “dogma” de la transparencia? Creo que se descubrirá antes. Entre otras cosas porque hoy al menos existe mayor libertad.

Menos mal que el Espíritu Santo conserva la Iglesia. Jesucristo lo dijo: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mat. 28,20).

 Josemari Lorenzo Amelibia

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