Carta al papa Francisco que no recibió contestación Un caso más de vocación sacerdotal perdido por la absurda ley celibataria

Asociación de Sacerdotes Casados de España ASCE

Informa ASCE

Una carta de sacerdote al Papa

Un caso más de vocación sacerdotal perdido por la absurda ley celibataria

Estimado Santo Padre, Papa Francisco: Me dirijo a usted como un hijo se dirige a un padre. Permítame que le hable muy brevemente de mí mismo: he ejercido el sacerdocio ministerial en nuestra Iglesia en mi país natal (España), pero actualmente no puedo ejercerlo porque me he casado en mi país de adopción, el Ecuador.



Hasta mi boda civil, siempre me mantuve fiel a las normas actuales del Derecho Canónico sobre la condición sacerdotal, incluyendo en esto el terreno de la castidad: nunca, digámoslo así, ejerciendo como sacerdote, «le toqué ni un dedo» a la que hoy es mi mujer; con ello quiero, querido Santo Padre, que sepa usted que respeto y cumplo las normas de nuestra Iglesia, a la que mi mujer y yo amamos; mi esposa, Alicia, trabaja desde hace algunos años en la pastoral de un colegio católico de Quito.

A pesar de mi matrimonio, sigo siendo y sintiéndome plenamente sacerdote católico, y el gran deseo de mi vida es, antes de morirme, volver a ejercer, en comunión plena con la Iglesia, el sacerdocio ministerial. Perdóneme que me haya extendido. El motivo de esta carta es el siguiente: rogarle, querido Santo Padre, que tenga usted en cuenta el caso de los sacerdotes casados en nuestra Iglesia: somos muchos, y muchos de nosotros, siendo como somos totalmente fieles a la Iglesia, queremos volver a ejercer el sacerdocio ministerial.

Le ruego, querido Santo Padre, que se acuerde de nosotros, que rece por nosotros y por nuestras familias y que, si el Espíritu así se lo inspira, pueda la Iglesia bajo su guía cambiar las normas canónicas vigentes en el rito latino, para que los sacerdotes puedan, si así lo desean, casarse, y para que los muchos sacerdotes casados que amamos a nuestra Iglesia y sentimos que podemos servirla mediante nuestra vocación sacerdotal podamos volver a ejercer el ministerio. En mi caso, le aseguro que no me casé ni por falta de vocación sacerdotal ni por falta de ilusión, sino porque Dios quiso llenarme, complementarme, diríamos, con el amor a la que hoy es mi mujer. En fin, como me gusta decir, Dios sabe y nosotros tanteamos.
No le molesto más. Piense, por favor, en nosotros, los sacerdotes casados fieles a Cristo y a la Iglesia. En mi familia rezamos por usted, para que el Espíritu de Jesús le ilumine siempre. Rece usted, padre, por mi esposa, por mis hijos y por mí. Miserere mei, Domine, quoniam infirmus sum (Sal 6, 3a). Atentamente, su hijo en Cristo,
JOSÉ MARÍA SANZ ACERA, SACERDOTE
AL PAPA FRANCISCO Ciudad del Vaticano, vía Roma (Italia) Quito, 20 de junio de 2015

José María Lorenzo Amelibia


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