Yo sí voy a Misa  los domingos

Réplica al artúclo "No voy a Misa los domingos"

Yo sí voy a Misa  los domingos

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Hace unos días publicó un artículo Ramón Hernández Martín que titulaba “No voy a Misa los domingos”. Daba sus razones, la primera porque “se aburre por lo general soberanamente”. Escribía otras muchas consideraciones, no precisamente teológicas, y no sé si para justificarse o para convencer a alguien de sus principios.  Él ofrece su testimonio un tanto flaco y negativo, aunque en apariencia, lleno de sentido común. Es de suponer que conozca la teología católica. Pero no parece. En caso de no conocerla, le recomiendo que  estudie a fondo el Catecismo de la Iglesia Católica.  

Yo aprecio, amo e intento vivir la Misa, la nuestra, la actual, la única que tenemos; porque quiero adorar, amar, dar gloria a Dios. Y de ahí sacar fuerza para amar a mis semejantes, y hacer todo lo que pueda por ellos. Y siempre comienzo la Misa con el rito penitencial, pidiendo perdón a Dios por  no haber llegado a cumplir mis propósitos, me siento pecador.

La verdad es que mucho de lo que dice don Ramón hemos de practicar: el amor al prójimo, al necesitado, a los ocho mil millones de seres humanos… Pero es que precisamente de la Misa, de la celebración eucarística de donde sacamos fuerza. “Es necesario cumplir con aquello, pero no omitir esto”  como dice el adagio latino.

Pienso que la mayoría de los que acudimos a Misa los domingos vamos con pureza de intención, con el mayor respeto y veneración a Jesús realmente presente con su cuerpo alma y divinidad en la Hostia consagrada.

misa

(El Sol de Parral)

Me decía un amigo seglar: “Tengo la suerte de llevar la comunión los domingos a un enfermo de un caserío distante de la parroquia dos kilómetros y medio. Marcho a pie. No te puedes hacer idea la alegría que me da. Jesucristo conmigo. ¡Y para ser alimento de un hermano que hace tiempo no pude salir de casa!” Esto es fe, esto es amor, veneración, deseo de servicio al enfermo. Y me alegran mucho estos buenos samaritanos que caminan con la mejor compañía. Cada paso, una jaculatoria. Y todo el trayecto, la mejor oración. Y llevan en los labios la palabra divina escuchada en la misa para consuelo del enfermo. Y hacen buenos ratos de compañía a los enfermos y les ayudan. Esto también es amor. No pueden practicarlo con los millones de personas del mundo, pero lo hacen con quienes pueden, hasta donde llegan

Estos mensajeros de la comunidad orante hacen posible la unión espiritual de los impedidos con el resto de los fieles que han acudido al templo. Conocemos a gente maravillosa que se desvive por hacer el bien y saca fuerza de la Eucaristía dominical y de la oración entre semana.

Y sí, conviene que la recepción de la Eucaristía se practique sin prisas, dando ocasión a la verdadera piedad. ¡Tarea gozosa! ¡Felicidad en el día del Señor!

Escribía así uno de estos ministros extraordinarios de la Eucaristía en la provincia de León: “Seis hombres, de dos en dos, somos enviados por la comunidad al terminar la Misa del Domingo. Y llevamos la comunión a los miembros que no han podido hacerse presentes para compartir la experiencia de fe. Los enfermos, unos veinte, nos están aguardando. Experimentamos la grandeza del acto, y sentimos la satisfacción de haber vivido algo maravilloso que nos supera.”

Un día me quejaba con otro amigo de que algunos curas no celebran la misa con la fe y devoción requerida, y él me dijo: “Pues hemos de asistir con fe total a esa Eucaristía, porque sea quien fuere quien la celebre, es el mismo Jesús el que está entre nosotros”. Eso me parece muy positivo. Porque quien se aburre en Misa es,  porque no la entiende o no tiene fe suficiente o ha cogido una rutina tremenda por su tibieza. La culpa no está en el sacramento sino en la falta de fe o ninguna preparación de quien asiste…  y su propia tibieza le impulsa a dejar de asistir la Misa.

El problema no son “las homilías, tan reiterativas, llenas de tópicos, ajenas a los problemas reales de quienes asisten… justificativas y propagandistas de un sistema cerrado e inmovilista”. Por supuesto que se deben mejorar las homilías y la santidad del clero. ¡Y urge hacer una campaña para ello!  El gran problema es la pérdida de fe de muchas personas, la tibieza, la indiferencia,  de muchos que asistían,  y van dejando de acudir.

El “rito” de la Misa se ha renovado recientemente. Refleja a la perfección el memorial de Jesús, la Última Cena. A muchos santifica; a otros aburre… que Dios nos ayude a seguir con gran amor la Misa; que ayude también a quienes han aflojado su fervor. Y pidamos a Dios por la santidad de los sacerdotes.

José María Lorenzo Amelibia

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