El camino hacia la unión con Dios en san Juan de la Cruz

Para la perfecta y definitiva unión, San Juan exhorta a poner en práctica las manifestaciones y exigencias expuestas en el capítulo correspondiente. Toda ellas integran el camino que recorre la esposa para el encuentro-unión definitiva, bajo la acción del Espíritu Santo que invade al alma, la inflama, regala y aviva (C.17ª). Y teniendo a Dios prisionero: “el alma tiene a Dios por prisionero, rendido a todo lo que ella quisiere. Lo cual conociendo el alma se lo atribuye todo a Dios y no a sus méritos” (C. 32ª).

El dinamismo-proceso-camino de la unión según san Juan
El dinamismo desarrollado en el proceso de la unión con Dios, comprende a los dos protagonista entre el punto de partida y la meta; el alma sufre las experiencias de la presencia-ausencia de Dios que provocan el enamoramiento (del alma ) y, la actuación de Dios que la purifica hasta la transformación
- Los dos protagonistas
San Juan concibe a Dios como el Todo y al hombre como la nada. Pero esta “nada” será elevada a la dignidad de esposa del Verbo. Claro está que si el alma pone su amor en sí misma, “nada” es (S III, 4). Está bajo la pasiones y “debe salir a la verdadera libertad para gozar de la unión con su Amado” (S. I. 15º).
El gran protagonista de la unión es el Dios uno y trino. (Ll-2ª-1), el Amado. Las tres personas de la Santísima Trinidad, Padre e Hijo y Espíritu Santo, son las que realizan en el alma la divina obra de unión. El cauterio es el Espíritu Santo, la mano es el Padre, el toque el Hijo (Ll-2ª-1). El Dios uno y trino es el Otero, suma alteza donde se otean todas las cosas y “a quien yo más quiero” (C.2ª y Ll-2ª-2-3)
Entre el punto de partida y la meta.
En el punto de partida: “sufre el alma verse todavía en el mundo con miserias, como en tierra de enemigos, tiranizada entre extraños, muerta entre los muertos” (C.18), pero goza de bienes sobrenaturales, (S.III. 30º. y 19º), sus actos son divinos “pues es hecha y movida por Dios” (Ll-1ª-4). Más aún: ¡ha sido elegida como esposa del Hijo de Dios! (C. 19ª). Y está enamorada del Amado, del Hijo de Dios, su Esposo, al que desea unirse (C.1ª): “su alma está enamorada, adolece, pena y muere al no ver a Dios, al no poseer su voluntad en Dios que es su vida” (C.2ª).
La meta donde tendrá lugar la unión definitiva, será el cielo interpretado como una cena. “Cena se entiende por la visión divina (Ap. 3, 20): si alguno me abriere, entraré yo, cenaré con él, y él conmigo. Y así, en estas palabras se da a entender el efecto de la divina unión del alma con Dios” (C.15ª).
Pero el alma está en este mundo, separada del Amado. Por eso suplica “rompe la tela de esta vida antes que la edad y años naturalmente la corten, para que te pueda amar desde luego con la plenitud y hartura que desea mi alma sin término ni fin” (Ll-1ª 36 y cf .Ll-1ª-29 a 34)
El alma sufre con las experiencias de la presencia-ausencia de Dios
El alma busca al Amado en todo, no lo encuentra y le pide quiera ya poner término a sus ansias (fatigas) y penas con su presencia. Nada le satisface sin la visitación del Amado, sin verle cara a cara (C.10ª). Tiene sed y hambre de la presencia de Dios (C 3ª 18-21). Deseando verse poseída de Dios, el alma pide determinadamente le descubra su hermosura que es su divina esencia y que le mate con esta vista desatándola de la carne (C.11ª).
El alma pena por el Amado: “ni las criaturas, ni los misterios de la fe le revelan lo que Dios (es), y queda como afistolada” (C.7ª).Las criaturas (mensajeros, noticias y sentimientos) no quitan sino aumentan el dolor por la ausencia de Dios (C.6ª). El alma busca a Dios en todo, no lo encuentra “y pide al Amado quiera ya poner término a sus ansias (fatigas) y penas con su presencia. Nada le satisface sin la presencia profunda del Amado, sin verle cara a cara” (C.10ª)
El alma enamorada del Amado ausente
Antes del encuentro profundo y definitivo, que constituye la esencia del cielo en la tierra, el yo humano ha experimentado la presencia de Dios, como también su ausencia, de diversas maneras: en las criaturas y en sus obras, “cada una en su manera da su voz de lo que en ella es Dios” (C.15ª): “las criaturas que de Dios refieren gracias, le llagan, enamoran y dejan “muriendo” al alma porque no acaban de decir lo que Dios es”(C.7ª).
¿Qué hacer? “que todas las veces que le ocurrieren noticias, formas e imágenes distintas, sin haber asiento en ellas, vuelva luego el alma a Dios en vacío de todo aquello memorable con afecto amoroso, no pensando ni mirando en aquellas cosas más de lo que le bastan las memorias de ellas para entender (y hacer) lo que es obligado, si ellas fueren de cosa tal” (S. III. 15º).
Comienza la actuación de Dios
Es el Espíritu que invade al alma, la inflama, regala y aviva..(C.17ª). Y es un Dios que está prisionero: “el alma tiene a Dios por prisionero, rendido a todo lo que ella quisiere. Lo cual conociendo el alma se lo atribuye todo a Dios y no a sus méritos” (C. 32ª).
¿De qué manera? Es el Espíritu que invade al alma, la inflama, regala y aviva..(C.17ª). Y es un Dios que está prisionero. En efecto, en el ojo de su fe aprieta con tan estrecho nudo la prisión, “que le hace llaga de amor por la gran ternura del afecto con que está aficionado a ella” (C. 31ª). Y todavía algo más: le confiere la igualdad como la de los esposos: “ porque el alma aquí tiene perfecto amor, por eso se llama Esposa del Hijo de Dios, lo cual significa igualdad con él, en la cual igualdad de amistad todas las cosas de los dos son comunes a entrambos, como el mismo Esposo lo dijo a sus discípulos...” (C. 28ª).
La purificación, momento culminante
La purificación como fuego en el madero, El amor del Amor al alma la “enferma provechosamente; ase y aprieta sin soltar; arde suave y deleitoso causado por el Espíritu Santo por razón de la unión que tienen con Dios” (N.II.20º). Es el amor que purifica como el madero por el fuego: “Esta llama...embiste al alma purgándola; bien así como el mismo fuego que entra en el madero es el que primero le está embistiendo e hiriendo con su llama, enjugándole y desnudándole de sus feos accidentes, hasta disponerle con su calor, tanto que pueda entrar en él y transformarle en sí. Y esto llaman los espirituales vía purgativa” (Ll 1ª-19 y cf. N.II. 11º)
Otros aspectos de la purificación
¿De qué manera? Gracias al amor del Amor que llaga al alma, la diviniza y le hace compartir en igualdad de amistad todas las cosas. Dios le hace morir a todo. En efecto, en el ojo de su fe aprieta con tan estrecho nudo la prisión, “que le hace llaga de amor por la gran ternura del afecto con que está aficionado a ella” (C. 31ª).
Y todavía algo más: le confiere la igualdad como la de los esposos: “porque el alma aquí tiene perfecto amor, por eso se llama Esposa del Hijo de Dios, lo cual significa igualdad con él, en la cual igualdad de amistad todas las cosas de los dos son comunes a entrambos, como el mismo Esposo lo dijo a sus discípulos...” (C. 28ª).
Gracias al amor del Amor que llaga.Cuál es el medio para la transformación del alma? “Dios la hace morir a todo lo que no es Dios naturalmente, para irla vistiendo de nuevo, desnuda y desollada ya ella de su antiguo pellejo. Y así, se le renueva quedando vestida del nuevo hombre, que es criado”(N.II. 13º).
Hasta la transformación
Progresiva transformación en el Dios uno y trino. Porque no sería verdadera y total transformación “si no se transformase el alma en las tres personas de la Santísima Trinidad en revelado y manifiesto grado...” (C. 39ª). Es el matrimonio espiritual, un “estado deleitoso tan deseado con sus propiedades y que es mucho más sin comparación que el desposorio espiritual, porque el matrimonio espiritual es una transformación total en el Amado, en que se entregan ambas las partes por total posesión de la una a la otra, con cierta consumación de unión de amor, en que está el alma hecha divina y Dios por participación, cuanto se puede en esta vida” (C.22ª).
En esta transformación no hay límites pues todo se comparte con el Amado: “.porque unas mismas virtudes y un mismo amor, conviene a saber, del Amado son ya de entrambos; y un mismo deleite el de entrambos” (C.24ª). Y surgen las expresiones de ternura “entrégase toda a sí misma a él, y dale también sus pechos de su voluntad y amor... : Yo para mi Amado, y la conversión de él para mí. Ven, Amado mío; salgámonos al campo, moremos juntos en las granjas”(C.27ª);
Mediante una progresiva transformación
Ante la experiencia de la presencia del Amado, brotan en el alma respuestas de amistad que le llevan a compartir la cruz e intensificar la renuncia a todo porque está enamorada de Dios y porque aspira a transformarse en Dios.
Las dos claves.
Enamoramiento de Dios con pérdida de todo.“Tal es el que anda enamorado de Dios, que no pretende ganancia ni premio, sino sólo perderlo todo y a sí mismo en su voluntad por Dios...” (C. 29ª);

Unión hasta la transformación en el matrimonio espiritual.
Porque no sería verdadera y total transformación “si no se transformase el alma en las tres personas de la Santísima Trinidad en revelado y manifiesto grado...” (C. 39ª). Es el matrimonio espiritual, un “estado deleitoso tan deseado con sus propiedades y que es mucho más sin comparación que el desposorio espiritual, porque el matrimonio espiritual es una transformación total en el Amado, en que se entregan ambas las partes por total posesión de la una a la otra, con cierta consumación de unión de amor, en que está el alma hecha divina y Dios por participación, cuanto se puede en esta vida” (C.22ª).
Transformación sin límites
En esta transformación no hay límites pues todo se comparte con el Amado: “..porque unas mismas virtudes y un mismo amor, conviene a saber, del Amado son ya de entrambos; y un mismo deleite el de entrambos” (C.24ª). Y surgen las expresiones de ternura “entrégase toda a sí misma a él, y dale también sus pechos de su voluntad y amor... : Yo para mi Amado, y la conversión de él para mí. Ven, Amado mío; salgámonos al campo, moremos juntos en las granjas”(C.27ª);
Un resumen: el enamoramiento y la progresiva transformación para la unión
Ante la experiencia de la presencia del Amado, brotan en el alma respuestas de amistad que le llevan a compartir la cruz e intensificar la renuncia a todo porque está enamorada de Dios y porque aspira a transformarse en Dios.
Las experiencias, muy intensas, de la presencia y ausencia de Dios
El alma busca al Amado en todo, no lo encuentra y le pide quiera ya poner término a sus ansias (fatigas) y penas con su presencia. Nada le satisface sin la visitación del Amado, sin verle cara a cara (C.10ª). Tiene sed y hambre de la presencia de Dios (C 3ª 18-21). Deseando verse poseída de Dios, el alma pide determinadamente le descubra su hermosura que es su divina esencia y que le mate con esta vista desatándola de la carne (C.11ª).
El alma pena por el Amado: “ni las criaturas, ni los misterios de la fe le revelan lo que Dios (es), y queda como afistolada” (C.7ª).Las criaturas (mensajeros, noticias y sentimientos) no quitan sino aumentan el dolor por la ausencia de Dios (C.6ª). El alma busca a Dios en todo, no lo encuentra “y pide al Amado quiera ya poner término a sus ansias (fatigas) y penas con su presencia. Nada le satisface sin la presencia profunda del Amado, sin verle cara a cara” (C.10ª)
La esposa enamorada del Amado ausente
Antes del encuentro profundo y definitivo, que constituye la esencia del cielo en la tierra, el yo humano ha experimentado la presencia de Dios, como también su ausencia, de diversas maneras: en las criaturas y en sus obras, “cada una en su manera da su voz de lo que en ella es Dios” (C.15ª): “las criaturas que de Dios refieren gracias, le llagan, enamoran y dejan “muriendo” al alma porque no acaban de decir lo que Dios es”(C.7ª).
¿Qué hacer? “que todas las veces que le ocurrieren noticias, formas e imágenes distintas, sin haber asiento en ellas, vuelva luego el alma a Dios en vacío de todo aquello memorable con afecto amoroso, no pensando ni mirando en aquellas cosas más de lo que le bastan las memorias de ellas para entender (y hacer) lo que es obligado, si ellas fueren de cosa tal” (S. III. 15º).
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