"No hay pobres sin protagonismo en la eucaristía y no hay eucaristía sin presencia de los pobres" Los pobres del cáliz y la patena

Corpus en Pamplona
Corpus en Pamplona Iglesia en Navarra

La Eucaristía no se puede separar de los pobres. El que come el cuerpo de Cristo y no se preocupa por el cuerpo del hermano hambriento, está comulgando indignamente

Este domingo celebramos la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Christi, una fiesta profundamente eucarística que nos invita a contemplar el misterio del amor de Dios hecho pan, hecho entrega, hecho comunión y solidaridad. Y nos llama a mirar a nuestro alrededor, y descubrir a los pobres del cáliz y la patena, los pobres de verdad, los “anawin”, “los pobres de Yavhe” que merecen estar en el centro de nuestra celebración. La fiesta del Corpus Cristi nos empuja hacia una doble mirada. Desde los pobres y desde la eucaristía. No hay pobres sin protagonismo en la eucaristía y no hay eucaristía sin presencia de los pobres.

La primera mirada nos lleva a descubrir que nuestra opción por los pobres pasa por la eucaristía. Allí es donde descubrimos que Cristo nos envía a verle en el pobre, enfermo, extranjero, inmigrante, víctima de trata, preso. No podremos descubrirlo si antes no hemos escuchado que Cristo se encarna en cada una de estas cautividades. La Iglesia recibe esta misión de opción por los pobres en la misma eucaristía. Cuando Jesús nos dice en cada celebración “haced esto en memoria mía” (Lc. 22, 19), nos envía a la misión, porque no hay misión sin eucaristía.

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La segunda mirada me empuja a llevar a la eucaristía a los pobres que encuentro en mi vida, a los que están en los cruces de camino, a los que nadie quiere. A los pobres me los llevo a la eucaristía y los convierto en el rostro de Cristo pobre y sufriente 35Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, 36estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.(Mt. 25, 36-37) . Como decía San Juan Crisóstomo “Si no encuentras a Cristo en el pobre a la puerta de la iglesia, tampoco lo encontrarás en el cáliz”. No podemos vivir una eucaristía vacía de compromiso, vacía de rostros de los pobres, porque entonces viviremos una eucaristía vacía de Dios

El Corpus Cristi nos recuerda que en la patena ponemos el pan de los pobres y en el cáliz ponemos la sangre de los pobres, que es el cuerpo y la sangre de Cristo, de lo contrario nuestro compromiso, nuestra fe es estéril y se queda vacía. Con frecuencia ponemos el acento de la Iglesia en el servicio a los pobres, en la dimensión social, pero ésta tiene su fuente y su origen en la eucaristía. Nuestra dimensión caritativa y social pasa por la entrega de Jesús en el altar Este es mi cuerpo que se da por vosotros” (1Cor. 11, 24). Es en la eucaristía donde Jesús nos da ejemplo de entrega, de sacrificio. Todo servicio, toda entrega y opción por los pobres que no pase por la eucaristía, corre el riesgo de quedarse en un proyecto mediático, vistoso y loable, pero estará vacío de la presencia eucarística que sostiene nuestra fe. Existe el peligro, también en nuestra Iglesia, que desarrollamos proyectos sociales muy buenos y loables, pero que no proceden ni son consecuencia de una vivencia eucarística, no están en cáliz y la patena de nuestras celebraciones. Estamos hablando pues de asociaciones o fundaciones sin ánimo de lucro que desarrollan proyectos sociales, pero no proyectos de opción preferencial por los pobres, por los “anawin”. No son proyectos eucarísticos. A Cristo en los pobres llegamos por la fe y la celebración eucarística

La Eucaristía no se puede separar de los pobres. El que come el cuerpo de Cristo y no se preocupa por el cuerpo del hermano hambriento, está comulgando indignamente. San Juan Crisóstomo lo decía con fuerza: «¿De qué sirve adornar el altar con manteles de oro si dejas morir de hambre al pobre que es el verdadero cuerpo de Cristo?». El Corpus Cristi nos invita a abrir los ojos, a descubrir a los pobres que tenemos cerca. Nuestra patena y nuestro cáliz deben estar repletos de rostros, de nombres, de heridas, de necesidades de los pobres que encontramos en nuestras calles y de los que tocan nuestro corazón, ¡no mires hacia otro lado”, mira el rostro del pobre, que allí está Dios, pero mira el rostro de Dios y allí descubrirás a los pobres. y llevarlos al cáliz y la patena de nuestras celebraciones.

+ Florencio Roselló Avellanas O de M

Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela

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