UN AÑO JUBILAR, UN AÑO DE COMPROMISO

El Papa Francisco ha convocado un año Santo, un año jubilar, lo que Jesús llamo “un año de gracia” en su discurso inaugural en la sinagoga de su pueblo, cuando leyó el texto del Profeta Isaías que decía: “El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha enviado a anunciar la buena noticia a los pobres, a abrir las prisiones injustas, a dar la vista a los ciegos, a liberar a los que estaban siendo oprimidos, y a anunciar un año de gracias”.

Su palabra irrumpió con fuerza y marcó desde el inicio su misión.
¿Y qué es un año Jubilar, el año de gracia? Es un año de justicia. Es un año para poner los contadores a cero y volver a comenzar. Es un año para ser Buena Noticia para los pobres y para que la fe se traduzca en un compromiso. Un año para no juzgar, para no condenar, para perdonar, para dar
En el año Jubilar, se perdonaban todas las deudas; se liberaba a los esclavos, se dejaba descansar la tierra para que ésta fuera más fecunda; era el año en el que los pobres sabían que todo era de todos y que cada uno tenía lo que necesitaba. Era el año en el que se ponía todo en común para que a nadie le faltara nada. Era el año en el que todo se equilibraba…

Cuando Juan Bautista estaba en prisión, le llegan noticias de Jesús. Su discurso y su vida, no le parecía acorde a la fe en el Dios justiciero y castigador que él predicaba, el Dios veterotestamentario. ¿Y qué le llegaba a Juan el Bautista de su primo Jesús? Que comía con los pecadores y que iba a sus casas, lo mismo que a las prostitutas; que se mezclaba con la gente, que curaba en sábado, que iba más allá de la religión, los preceptos y leyes y del culto vacío; que su pasión eran los pobres y que quería instaurar un nuevo orden que Él llamaba “el Reino”. También que su primo Jesús, “se cargaba” el templo y que apelaba a la adoración en espíritu y en verdad, y no a la religión del cumplimiento,(del cumplo y miento)

Juan había predicado la conversión por la ira inminente de Dios. Y ahora ve que Jesús pasa como uno de tantos, y que su discurso suena a subversivo y que incomoda a los poderes establecidos, tanto religiosos como políticos.
Por todo esto Juan el Bautista, tal vez pasando una noche oscura, envió a sus discípulos a preguntarle si realmente era Él el que tenía que venir, el Mesías, o si había que esperar a otro.

Y Jesús le manda a decir: “Id a decir a Juan lo que habéis visto y oído. Los sordos escuchan, los ciegos ven, y a los pobres se anuncia la Buena Noticia”. Sólo deben dar testimonio de lo que ven. Ante los hechos, la doctrina, la religión con un culto vacío, pierden su sentido. La religión que Dios quiere es la del amor que se hace servicio y buena noticia, “misericordia quiero y no sacrificios”.

Hoy, escribo, porque el Evangelio es la Buena Noticia, la invitación a la esperanza, y su fuerza es la que me hace caminar, avanzar y no perder el tiempo en las añadiduras. Entiendo que tengo y tenemos que ser esa Iglesia de salida que va al encuentro de las personas allá donde están. Sé que me van a criticar y que no van a entender y que van a seguir los ataques. Pero llevo el aguijón insoportable de la pobreza y del sufrimiento de los inocentes, y quiero vivir este año Jubilar, en esta línea, en la de Jesús, en la que nos pone el Papa Francisco al convocar este año, y quiero hacerla jugando en el equipo de “los comprometidos”, de los que se dejan la piel y no se conforman con “colaborar” dando lo que les sobra para tranquilizar la mala conciencia o la mediocridad.

Me niego a evadirme de la exigencia del Evangelio y a que el año Santo se quede en formas externas y en cultos vacíos. Francisco me dijo: “¡Hacé lío! Los pobres son lo más importante”. Y voy a continuar con todos los que quieran sumarse.

No os inquietéis, ayudadme a luchar, sumémonos todos a la causa de Jesús, y hagamos que este sea de verdad un año Jubilar, en el que pongamos nuestro corazón en las miserias de la humanidad, en el dolor de los empobrecidos y en el de todos los que sufren, y luchemos contra todo lo que les arrebata su dignidad.

El número 15 de Misericordiae Vultus la bula de convocación del jubileo extraordinario de la misericordia, Francisco dice:

“En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos. En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye.

Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo.

Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina.

La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos. Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.

No podemos escapar a las palabras del Señor y en base a ellas seremos juzgados: si dimos de comer al hambriento y de beber al sediento. Si acogimos al extranjero y vestimos al desnudo. Si dedicamos tiempo para acompañar al que estaba enfermo o prisionero (cfr Mt 25,31-45). Igualmente se nos preguntará si ayudamos a superar la duda, que hace caer en el miedo y en ocasiones es fuente de soledad; si fuimos capaces de vencer la ignorancia en la que viven millones de personas, sobre todo los niños privados de la ayuda necesaria para ser rescatados de la pobreza; si fuimos capaces de ser cercanos a quien estaba solo y afligido; si perdonamos a quien nos ofendió y rechazamos cualquier forma de rencor o de odio que conduce a la violencia; si tuvimos paciencia siguiendo el ejemplo de Dios que es tan paciente con nosotros; finalmente, si encomendamos al Señor en la oración nuestros hermanos y hermanas. En cada uno de estos “más pequeños” está presente Cristo mismo. Su carne se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga ... para que nosotros los reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado. No olvidemos las palabras de san Juan de la Cruz: « En el ocaso de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor ».[12]

Con el Padre Angel de Mensajeros de la Paz, hemos comenzado, como preparación a este año, la campaña de www.loscomprometidos.com una campaña para ir a las periferias y despertar conciencias, para recibir y dar la misericordia que recibimos de Dios; para ir al encuentro de los más pobres y anunciarles la Buena Noticia, ayudándolos a que no pierdan su dignidad.
Os invito a vivir el año Jubilar, el año de gracias, sin juzgar, sin condenar, perdonando, acogiendo, y sobre todo, dándonos.
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